La crisis económica europea está en boca de todos en el mundo. La eurozona peligra después de décadas de esfuerzos que comenzaron con el nacimiento de la Comunidad del Carbón y el Acero (1952), la Comunidad Económica Europea (1958), y la Unión Europea (1992). Sin embargo la primera falla, advierten especialistas en Bruselas, es que esa unión económica se formó con más velocidad que la unidad política. Pero más allá de lo económico-financiero, hay sectores que aprovechan la delicada situación actual para rechazar la unidad europea y alentar el avance de la ultraderecha, con nuevas formas, y con un discurso xenófobo y antieuropeísta que crece por todo el continente. No olvidemos que en la década de 1930, el fascismo, el nazismo y el comunismo ya profesaban su rechazo a la globalización o a la idea de un Viejo Continente unido. Europa, el lugar donde nacieron las ideas y esperanzas de Occidente, la patria de la memoria, "es el último fruto de los milenarios esfuerzos del hombre; es, en suma, la civilización misma", dijo en 1946 Denis de Rougemont, reconocido escritor y filósofo suizo. Esa Europa tiembla en este 2011 no sólo en los bolsillos de los europeos, sino también en su destino de libertad. Pero no la libertad de la que gozan desde 1945, porque esa libertad está consolidada. La extrema derecha europea de nuestros días no tiene mucho que ver con aquella que dejó a oscuras el continente y los derechos humanos se mezclaron en el barro del odio y la violencia fratricida con la mayor matanza de la historia del mundo. Pero la otra forma de libertad que hoy se ve importunada en Europa es la que cada ser humano necesita para poder caminar por las calles, vivir y trabajar sin sufrir xenofobia por ser distinto a los locales.

Es decir, hace más de 20 años que cayó el Muro pero siguen sin caer otros muros invisibles que buscan contener la invasión de hambrientos: "los extranjeros nos quitan trabajo", dicen miles de desocupados. Hay claros ejemplos de eurófobos y antimigrantes en los distintos países europeos.

Buena parte del periodismo admite que el europeo de la Europa Unida (UE) desprecia a los búlgaros, turcos, rumanos, húngaros, polacos checoslovacos, mozambiqueños, vietnamitas y otros inmigrantes. Se dice que en Austria, hay ciudadanos que al pedir un taxi ponen como condición que el chofer no sea extranjero, negro o amarillo.

El otro miedo de Europa es todo este movimiento que aprovecha la crisis económica para crecer. Y si bien los gobiernos están advertidos, primero hay que solucionar lo económico, y se cree con ello disminuirá notablemente el "euroescepticismo" y la "eurofobia".