En artículos anteriores hemos hablado de Carlos Gardel aceptándolo ya con toda su fama, y relatando sus viajes a su tierra natal para actuar en París y Barcelona hasta su etapa final en Nueva York. Corresponde ahora referimos también a sus muy poco conocidos años infantiles y adolescentes, por cierto algo nebulosos al tratarse en esos tiempos de un "’purrete arrabalero”, sin mayor predicamento que cualquier otro niño o joven de un barrio porteño.

En la región central de Francia, rodeada por un paisaje de cerros y arroyos que confluyen hacia el Garonne, uno de los ríos más importantes de Francia, se levanta la ciudad de Toulouse, llamada a veces "la Villa Rosada”, por el color predominante en sus barrios clásicos. Durante el imperio romano ya era un centro importante en la entonces llamada Galia Meridional, siendo testigo más tarde de la feroz represión contra los albigences durante una de las, por entonces comunes, guerras religiosas. Fue también el centro cultural donde se buscó preservar la "langue d’oc” tradicional, un ambiente donde nació la más antigua sociedad literaria de Europa. Actualmente es uno de los centros industriales más importantes del país galo pero para nosotros, como argentinos amantes de la música, reviste un significado mucho más importante: ser la ciudad donde vino al mundo el máximo intérprete del tango, un estilo musical que nos distingue en cualquier país que visitemos.

Nuestro "Zorzal criollo” vio la luz en el hospital de Saint Joseph de la Grave en diciembre de 1890, constando en el Certificado de nacimiento como hijo de "padre desconocido” y de Berthe Gardés, una modesta planchadora por entonces de unos 25 años con domicilio en la calle du Canon d’Arcole. Esta casa aún existe pero es de propiedad privada y solo permiten al visitante tomar fotos en el frente donde los admiradores de Gardel han colocado una placa.

En aquellos tiempos, y aún durante muchos años más, tener un hijo siendo soltera constituía un estigma que significaba quedar aislada del resto de la sociedad, situación que llevó a la joven madre a emigrar hacia el Río de la Plata, como tantos otros jóvenes de los países mediterráneos hicieron en aquel entonces buscando nuevos horizontes donde concretar sus sueños de progreso y bienestar. Así, cuando el pequeño Charles tenía 2 años Berthe lo llevó a Bordeaux para tomar el vapor portugués "Dom Pedro” y arribar a Buenos Aires en marzo de 1893, quedando su llegada registrada en el Libro de Inmigración según: "Número de Orden 121, Berthe Gardés, francesa, viuda, 27 años, planchadora, católica, Pasaporte n¦ 94. Número de Orden 122 , Charles Gardes, francés, 2 años”

No existen datos de Berthe y Charles en el Hotel de Inmigrantes, donde todos los recién llegados tenían derecho a alojarse durante 5 días. Según la historia más conocida la joven madre pudo hacer frente a sus necesidades trabajando como

planchadora, un oficio que por entonces tenía gran importancia dada la elegancia que caracterizaba a la alta sociedad porteña. Su patrona era Ansis Beaux, una compatriota que de inmediato se convirtió a la vez en su amiga y protectora, siendo de allí en adelante conocidos en el barrio como Doña Berta y Carlitos.

De este modo el futuro "Zorzal” se crió hablando español, quedando el Charles original olvidado en el desván de los recuerdos. Según algunos autores, el padre de Carlos, de nombre Paul Lasserre, los visitó años después cuando ya la fama había alcanzado al cantor criollo, ofreciéndose incluso a darle un origen legítimo a su hijo natural. Según parece, madre e hijo analizaron la situación y decidieron que el arrepentimiento del padre había llegado demasiado tarde, aconsejándole entonces regresar a Francia sin más demora. En ese momento el cantor ya era Gardel, quedando el apellido original en el desván de los recuerdos.

Corresponde recordar que en aquellos años iniciales del siglo XX Buenos Aires era una ciudad que ya superaba el millón de habitantes, donde los inmigrantes integraban una parte muy significativa de ese total, con una gran mayoría de italianos. Según historiadores, en esos momentos en la Capital tres de cada cuatro varones adultos eran extranjeros. En ese gran conglomerado urbano es muy poco lo que hoy sabemos de la vida de Carlitos, y según parece por los pocos datos disponibles, las tareas le ocupaban a Doña Berta la mayor parte del tiempo, quedando el niño a cargo de familias amigas vecinas del barrio, una situación que persistió hasta la edad escolar.