Recientemente, falleció el súper comediante Roberto Gómez Bolaños, alias "Chespirito”, a la edad de 85 años en la ciudad de Cancún, México. El inolvidable comediante llevó a la televisión personajes cotidianos que nos traen recuerdos de infancia. La memoria se quedará fija por años eternos en "El Chavo del 8”, "El Chapulín colorado”, o el "Dr. Chapatín”, en esa protagonización escénica encarnada en sus personajes no ficticios, sino reales. Tan reales, que en sus creaciones siempre quiso ser él mismo, como buscándose encontrar en la pantalla teatral televisa. El mismo "Chespirito” (pequeño Shakespeare o fonéticamente Chekspir), había dicho en una de sus giras por Chile, en tiempos de Pinochet: "Vengo a encontrarme con la gente que disfruta de mi trabajo, no con sus gobernantes”.

Precisamente, ahí estuvo la genialidad del capo cómico: "en su simpleza, en seguir siendo el mismo más allá de sus aciertos y debilidades, en ser el amigo empático de los niños y de la gente”. En ser el camino, que nos ilumina y nos espera siempre con una sonrisa sana, en ese mismo lugar. En el barril del "chavo del ocho”, en la bolsa misteriosa del "Dr. Chapatín”, nunca desvelada, porque jamás supimos que llevaba adentro, por las peleas con "Quico”, en la magia del "Chipote Chillón”, y en sus rebeldías de niño huérfano o de "infancia robada”. Ahí está la nobleza de un verdadero escritor, en la de ser uno con sus personajes, alguien de carne y hueso en ideas de Unamuno, o en la misión inspiradora de un nuevo "Shakespeare americano”. El que hizo delirar a todo un continente en sus escritos de teatro, el que traspasó como flechas nuestros sentimientos, pintando cada palabra de un vivo color. Seguirás siendo por siempre "Chespirito”, eternamente, ante cada niño que quiere jugar al fútbol, ante cada chico que le gustan los pasteles y suele meterse en problemas con los demás. Personajes eternos como "Don Ramón” (haragán y con pocas luces), "La Chilindrina” (rebelde e inteligente), "Doña Florinda” (desarreglada y sentimental), "Quico” (arisco y envidioso), "Profesor Jirafales” (pensador y culto), "Señor Barriga” (empresario adinerado) y "Doña Clotilde” (solterona provocativa), "El Chapulín colorado” (aventurero y torpe), entre otros. Todos imaginados por Roberto Gómez Bolaños, siendo representativos de diversas situaciones de la vida diaria, capaces de interpelar sentimientos vivos de nuestra infancia eterna, "aquél niño que siempre llevamos dentro”, aunque ahora, un poco descuidado.

Sus personajes son tan vivos y simples, que muchas interpretaciones fueron erróneas en el transcurso del tiempo. En ningún momento el autor los hizo para influenciar, o moralizar, sino todo lo contrario, para buscar la pluma aventurera, la de ser un espejo de la realidad. Sus personajes son tan pensados, que imagínense por ejemplo la frase: "Fue sin querer, queriendo”, es decir "Fue sin querer”, la del niño que no ve responsabilidad; y agregando con perspicacia: "queriendo”, capaz de desdecir al personaje, y en esa contradicción, ver esa cuota de hacer. Una noble lección para nuestro tiempo, en la cual sin caer en estereotipos, podamos ver la importancia de la revisión, para no fomentar más la violencia. O, en la escena de fútbol (siempre presente en Bolaños), cuando discutían con "Quico”, para ver quien era el ídolo del equipo de su tiempo, y "El Chavo” cediendo, porque carecía de la pelota. Tal vez, por ello, el estadio Azteca de fútbol terminó siendo la cede impulsiva, para despedir con toda la pompa pelotera en la ovación de una misa, al talentoso escritor.

Muchas de sus expresiones encuentran espacios de identificación, pero ninguna intenta hacer apología de la violencia, sino mostrar aspectos de expresión cotidiana, oportuna, inoportuna, real y precisa. Y, lo paradójico, que sin ser todo color de rosa, casi "sin querer queriendo”, sus personajes todavía son una filosofía de vida, cuando generan reacciones fuertes, espontáneas, emotivas, capaces de interpelar al espectador con risas y llantos. Hoy, "la infancia robada” subyace ante tanto acoso y niños pendientes del ultimo mobbing de la computadora solitaria, el descuido, maltrato, abuso, lejos de la vecindad y de los diálogos de compañerismo directos en igualdad. La infancia robada subyace, en la mente de niños competentes, casi huérfanos de amor, o de humanidad interpelante.

Se fue un relator de la solidaridad, de la memoria encarnada de los tiempos de la niñez, ante tanta infancia robada. Se fue una alma humanista, un realista, un singular sentimental de situaciones sociales únicas. "Fue sin querer queriendo”, "No te juntes con esa chusma”, "Ta ta ta tá”, y ahora con llanto en los ojos, atónitos decimos: "¿Quién podrá defendernos?”.

(*) Periodista, filósofo y escritor.