Vivimos una época muy particular en el campo del periodismo en la Argentina. El escenario se mezcla con la desafiante realidad del presente surgida de las nuevas formas de producir contenidos y atraer la atención de las audiencias. Periodistas critican a periodistas. Programas de radio o televisión juzgan a programas y medios de comunicación. Gobernantes pierden valiosos minutos de su agenda diaria en intentar desautorizar noticias o análisis periodísticos. Los presidentes de la Nación ya no convocan a conferencias de prensa. También se habla de "’periodistas opositores”, original y graciosa manera de llamar a quienes no rinden pleitesías cotidianas al poder. Pero lo más curioso es que también ha surgido la "variante” del "periodismo militante”. En realidad esto no sería noticia en tanto que en todos los tiempos algunos medios de comunicación, sobre todo escritos, han llevado la marca de determinada ideología y en su nombre han expresado su crítica y su mensaje a gobiernos y ciudadanos. Pero lo que siempre se ha sacado en conclusión respecto de aquellos medios con ideologías muy marcadas es que más que información ofrecían propaganda política. Sin más. Y este tipo de periodismo, legítimo por otra parte, reduce considerablemente su audiencia ya que, por lo general, no va más allá de la estrechez partidista, y hasta suele moverse en los mágicos universos de la fanatización y de aquellos primitivos sueños tribales del amigo y del enemigo, de los mejores y de los peores. Pero hoy, ¿qué es eso de periodismo militante en tiempos de tanta libertad de expresión? Le sirve al gobierno, pero, ¿a quien más? Lo peor sería que la gente termine confundiendo propaganda oficial con periodismo. Si periodista es el más inmediato lector de lo que pasa en la calle o es aquel que "le dice a la gente lo que le pasa a la gente”, como oí confesar durante mis estudios en Comunicación Social en Roma a Eugenio Scalfari, fundador del diario italiano "La Repubblica”, qué necesidad hay de darle a esa realidad una mano de color propagandístico para "defenderse” de los "ataques” de la llamada prensa "independiente”, que, de acuerdo con los periodistas "militantes”, no existe en la Argentina. Definitivamente lejos de los trágicos años de gobiernos golpistas, sin embargo, vivimos tiempos en que se cuestiona al periodista con increíble frialdad; en que se intenta matar al mensajero todos los días, aún en el marco de una libertad de expresión real determinada ni más ni menos que por el Estado de derecho vigente y la democracia felizmente consolidada. Más allá de que suelen atacar quienes menos razón tienen, de un lado, o de otro, quienes en el pasado más se distinguieron por seguir obedientemente las consignas del poder.
Periodismo es sencillamente informar lo que pasa, más otras decenas de definiciones que se han escrito desde siempre en el mundo, sobre todo en tiempos de libertad. Y así lo conocemos en San Juan desde el comienzo de la historia del "’diarismo”, en 1925, con Del Carril, según un trabajo de investigación publicado en 1939 por Rogelio Díaz López y que puede encontrarse en la Biblioteca "Franklin”. Por otra parte, desde los estándares profesionales e indicadores de calidad periodística, abordados en el II Congreso Nacional e Internacional del Foro de Periodismo Argentino (FOPEA, 2007) se insistió que, del lado del periodista, debe existir necesariamente la autocrítica. Porque, más allá de que un diario no puede ser un cuento de hadas, debe evitarse la mezcla de berrinches o amores personales con críticas o alabanzas políticas, como tampoco expresar celos rabiosos en comentarios periodísticos. Y especialmente porque al periodista no puede aturdirle el tan mentado "poder” que por la naturaleza de la profesión tiene en sus manos. Es que todo profesional de la información, deliberada o involuntariamente, siente en su piel esa especie de supremacía que tiene la obligación de controlar para mantener su fría mirada realista de las cosas, imprescindible para contar honestamente a la gente "lo que le pasa a la gente”, como decía Scalfari. Notará el lector que en esta última frase no he usado la palabra "independiente”, que cabría, porque ahora tiene "mala prensa”. Hasta se toma en solfa la expresión. Rodolfo Walsh señaló en su día que hacer periodismo es un acto de humildad. Y coincide con lo que años mas tarde me expresó en Navarra uno de los emblemas del periodismo español, Iñaki Gabilondo: "Periodismo es uno de los oficios que más requiere de humildad en el mundo”.
