El martes, Rousseff se refirió las recientes filtraciones de Edward Snowden, según las cuales Estados Unidos había interceptado comunicaciones electrónicas de altos funcionarios brasileños, incluyendo a ella misma, y de la empresa Petrobras. "’Las revelaciones de las actividades de una red global de espionaje electrónico han causado la indignación y el repudio de la opinión pública en todo el mundo”, dijo Rousseff. "’Es una violación de la ley internacional, y una afrenta a los principios que deben guiar las relaciones entre países, especialmente entre naciones amigas”.
Hasta ese momento, era difícil disentir con Rousseff, aunque funcionarios de EEUU digan privadamente que todos los países interceptan comunicaciones, y que Washington tiene la obligación ante sus ciudadanos de llevar a cabo actividades de inteligencia que los protejan de ataques terroristas. Esos argumentos no son muy sólidos en el caso de Brasil, un país democrático, muy lejos de promover o albergar a terroristas internacionales.
Pero tras denunciar el espionaje estadounidense, Rousseff señaló que el mundo necesita "’mecanismos multilaterales” para regular Internet, y que la ONU debería encabezar ese proyecto. "’La ONU debería desempeñar un rol de liderazgo en todos los esfuerzos destinados a regular la conducta de los Estados en lo referido a esas tecnologías, y la Internet+, dijo. Agregó que Brasil propondrá una "’regulación responsable” de Internet para impedir las malas prácticas en el ciberespacio.
En diciembre pasado, en la Conferencia Mundial de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) de la ONU, en Dubai, los países que piden regular Internet -encabezados por China y Rusia- propusieron regular "’la masa de información electrónica no solicitada”, o los e-mails "’spam”. Pero Estados Unidos y países europeos objetaron esa idea, argumentando que la interpretación que hacen China y Rusia de "’spam” podría llevar a la censura de contenidos. China, que censura Facebook, Twitter y muchas páginas web que considera contrarias a sus intereses nacionales, podría incluir sitios de Internet políticos y religiosos en su definición de "’spam”.
Rousseff tiene razón en enojarse por el espionaje y posiblemente tenga razón en que hay que establecer algunos lineamientos para impedir estas prácticas. Pero dejar que la ONU tome el liderazgo le daría demasiado poder a los gobiernos, y muy poco a las organizaciones de defensa de la libertad de información y a la sociedad civil en general. Sería el principio del fin de la libertad de expresión en el ciberespacio.
