Un año después del retorno de la democracia, el presidente Raúl Alfonsín convocó a un referéndum para definir el conflicto fronterizo austral con Chile y la ciudadanía se expresó por la paz. Por primera vez la sociedad definió en forma directa el camino a seguir en un momento crucial de la historia, avalando las negociaciones para el difícil entendimiento con la dictadura de Augusto Pinochet.

Las palabras de Alfonsín del 25 de noviembre de 1984, fueron imperativas y dramáticas: "Queremos que los argentinos, todos los argentinos, participen tomando posición acerca de si conviene o no dar solución rápida y pacífica a un problema que ha constituido desde hace un siglo un elemento de tensión con la República de Chile. La solución al diferendo del Beagle no sólo constituiría el final de un antiguo litigio sino además, y sobre todo, un factor esencial para construir un futuro que se nos avecina con rapidez", dijo el presidente.

Casi no quedaban alternativas ante la dureza de los frentes internos, civiles y militares que empujaban a uno y otro gobierno hacia una guerra de consecuencias imprevisibles. Sin embargo, aquel día, el Sí obtuvo el 81,13% de los votos, contra el 17,24% del No y 1,63% de abstenciones, con participación del 70,17% del electorado.

La declaración de paz no sólo superó las desinteligencias por el Beagle y las islas Nueva, Picton y Lennox, sino una cuestión geopolítica irresuelta: Chile no podrá tener posesiones costeras sobre el Atlántico, como tampoco Argentina en el Pacífico. Cuatro días después de la victoria del Sí, los cancilleres Dante Caputo y Jaime del Valle firmaron el Tratado de Paz y Amistad en la Santa Sede.

El papa recibirá este sábado a las presidentas Cristina de Kirchner y Michelle Bachelet, para conmemorar los 25 años del acuerdo que evitó la guerra. "El recuerdo de los acontecimientos de hace 30 años (al comenzar la mediación) está indisolublemente unido a la amada figura del papa Juan Pablo II", ha señalado Benedicto XVI y ponderó la ardua tarea de los cardenales Antonio Samoré y Agostino Casaroli, artífices de la mediación.

Fue un ejemplo admirable en favor de la paz y de valor incalculable para la armónica convivencia de naciones hermanas.