En este principio de siglo, se tiene a la noción del poder, como eje del debate, donde se juega la idea de que "el poder es poder o no es nada". 



 El filósofo del poder fue Nietzsche, pero el que lo supo actualizar muy bien fue Foucault, que en uno de sus discursos dio a entender que "nuestro poder a partir del s. XVIII debido al sistema disciplinario y de normalización, sería un poder que, efectivamente, no es represivo sino productivo". No obstante, cuando las ideas caen, el mundo oscila, es muy fácil ver a la represión y al control como la única salida. O, el ausentismo, como una válvula de escape provisoria. Los argentinos entendemos algo al respecto cuando el caos resurge y las soluciones tardan. Todas las problemáticas que vivimos en este principio del siglo XXI, tienen a la noción del poder, como eje del debate, donde se juega la idea de que "el poder es poder o no es nada".

 
Antiguamente, no se cuestionaba al poder, porque era considerado proveniente de la divinidad. Cuando en la Edad Media empieza a surgir el concepto de libertad, el conocimiento y la idea de libertad frente a la opresión o el abuso, se empieza a cuestionar más al poder (y es bueno que eso ocurra). Esta idea de libertad, igualdad y prosperidad fueron las que fundamentaron los estados democráticos modernos. Pero estas ideas se ven opacadas por conflictos en las democracias modernas. Frente a este panorama, pujan la anarquía o el control de mano dura.

Ninguna de las dos constituyen una solución, sino la de encontrar el justo equilibrio con una noción transparente de ética y humanismo. Esta realidad veámosla objetivamente en 4 hechos: 


1- Inseguridad: espina fundamental de varios gobiernos. Hay una tendencia actual a dejar de lado concepciones de varios años que subyugaron a nuestro país, de una cierta complicidad con la delincuencia, o del desconocimiento del reclamo de las víctimas. La seguridad es política de Estado. El caso de Brian Aguinaco, un joven de 14 años que fuera asesinado por un motochorro en el barrio de Flores, Buenos Aires, abrió la necesidad de un debate integrador y reflexivo sobre este punto. El poder tiene ese plus de energía positiva para no ser represivo, sino productivo, pero si lo sabe aprovechar con capacidad.  


2- Violencia: creo que cuando el poder de turno mira para otro lado. Cuando los sistemas fallan. Cuando la insensibilidad y la distancia gobiernan, estalla el caos. Si la pobreza y la desocupación golpean viene la depresión. Cuando el poder es un no poder, no por defecto, sino por deficiencia, viene el descontrol. La ineficiencia se ve por ejemplo en un colectivo donde un pasajero paga un boleto de elevado precio. Pero el colectivo está sucio, se rompe, la gente viaja apretada, le cortan la ruta cuando va al trabajo. Allí, se pone de malhumor, y ese malestar, por algún lado tiene que salir. Esta ineficiencia se traduce en violencia y el poder se cosifica y se expone en un "no poder". El poder represivo invita a la esclavitud. El poder productivo a la calidad humana. El surgimiento de la furia, golpe, o de la "realidad horror", vienen fruto de un estado débil, y aparte de otros factores, también del malestar social.  


3- Influencia: Los grandes países del mundo siempre vieron al poder por la capacidad de influencia que tenían sobre otros territorios. De ahí las guerras, hambrunas y explotaciones. Recientemente, Obama en su despedida reavivó este pensar que perdura, con estas palabras: "EE.UU tiene más influencia global que la potencia asiática". Y, el vocero de la cancillería China, le retrucó al afirmar que "nos concentramos más en qué contribución podemos hacer al mundo que en nuestra influencia". El poder visto como influencia es el "no poder", el poder visto como contribución humaniza, eleva, ayuda, es fuerte y enaltece. Y, la influencia, es lo primero que debilita, al que tuvo el poder, sino es productiva.  


4- Internet: Gran parte de nuestras actividades, acciones, están en una red donde todos estamos interactuados, conectados. Hace mucho tiempo nadie podía acceder a datos, pero hoy sí. Gran parte de nuestra vida, se ha trasladado a las redes, y muchos jóvenes no saben discriminar entre los real o irreal que encuentran allí. Este es el mayor riesgo de nuestro presente. El poder de la red sin control, es la mejor imagen de deshumanización actual, y de una visión liviana de poder, que nos reprime.