Muchas veces nos preguntamos sobre el significado de la vida. Y, por ello, en este contexto de cuarentena estricta es que las cosas cuestan, angustian y pesan. Quizá haya algún intelectual, político, creyente o poderoso del conocimiento que cree tener la verdad, pero la felicidad, y sobre todo el placer que da la felicidad eterna, no es fácil de encontrarla, tanto para uno mismo, como para brindarla a los demás. Noam Chomsky (intelectual estadounidense, 1928) habla en su reciente libro que el universo se encuentra frente a un peligro de extinción tanto por el cambio climático, como por el desgaste de las democracias. Por ello, hay que llamar a la cooperación y a las marchas masivas para hacer frente a los cambios en conjunto. La fe resulta en este contexto una importante fuente de esperanza que hacen ver las cosas de otro modo. El hecho de que sea fácil tampoco significa algo imposible de realizar si se cuenta con un proyecto sólido que no se deje llevar ante los cambios vertiginosos del presente. ¿Qué se debería hacer como escritor o periodista acaso? ¿Contar en una nota para el diario o en decir en la televisión para demostrar una prueba entre tantas que se viven actualmente que todo es entristecedor y miserable en extremo en medio de esta terrible pandemia que sigue diezmando al pueblo? Y, muchos aplaudirían, frente al peso que se evapora de las manos.

La desesperación se manifiesta en la incapacidad de ver la responsabilidad que le toca a cada uno en el rol que cumple, en ser capaz de llamar al Otro en la necesidad.

Es que en realidad esta época es más triste que la época de la epopeya de los pensadores antiguos como el de la época griega, la de ser tristes, a saber, la de ser más triste y en consecuencia más terriblemente desesperada. El héroe trágico se sentía interpelado por la valentía de encarar los problemas con responsabilidad. Ahora, la angustia de no poder encontrar una respuesta a la pandemia del covid-19, más que la del encierro virtual, hace que el mundo se aísle y vea al otro envuelto en ojo de sospecha. ¿No augura ello el triunfo del ser máquina sobre el ser humano en cuanto tal? ¿No hay acaso peor encierro que el de la misma desesperación de no encontrarle una vuelta a ese encierro? ¿No significa ello que el mundo se desespera de ser empoderado en el hecho de ser llamado y mirado por la misma esperanza que hoy es la constructora del futuro junto a las decisiones que se toman? 


¿El estar atado a la necesidad no es acaso el estar atado al instinto de los seres vulnerables e indefensos que por facultad no pueden conocer su destino? "Pongo mis problemas sobre mi nariz, y lo más que puedo hacer con ellos es desecharlos por las espaldas por encima de la cabeza". La desesperación se manifiesta en la incapacidad de ver la responsabilidad que le toca a cada uno en el rol que cumple, en ser capaz de llamar al Otro en la necesidad.

Por Diego Romero
Periodista, filósofo y escritor