En oportunidad de recordarse recientemente el Día Internacional de los Migrantes, instituido por las Naciones Unidas para crear conciencia global sobre la obligación que tienen todos los países miembros de la organización mundial de salvar las vidas de quienes requieren ayuda por razones apremiantes, como el hambre, las persecuciones políticas, religiosas, étnicas, culturales y demás intolerancias que pesan sobre los más desprotegidos.
Las 4.868 personas perdieron la vida en su travesía para alcanzar destinos donde poder tener un futuro mejor, cifra de la semana pasada que dobla las 2.378 muertes registradas en 2013, manifiestan la ausencia de solidaridad y la violación de los Derechos Humanos por parte de las naciones desarrolladas hacia donde intentan refugiarse los desposeídos, sin contar con las corrientes de desplazados por las intolerancias dentro de un país.
Los hechos más dramáticos, por la incesante pérdida de vidas, que dio lugar a la visita del papa Francisco a Lamprendusa, en las costas de Sicilia, se registra en el Mediterráneo. Este año murieron ahogadas 3.224 personas transportadas por traficantes en embarcaciones inadecuadas, que se hundieron durante la navegación, pero existen otros lugares también conflictivos con víctimas fatales. Por ejemplo los 540 migrantes muertos en la Bahía de Bengala, y unos 307 que perdieron la vida en su intento por cruzar la frontera terrestre ente México y Estados Unidos, a los que se suman otras víctimas en África, en el Sudeste asiático y otra regiones incluyendo América central.
La desesperación de familias enteras las lleva a enfrentar todos los riesgos en la huida y muchos inmigrantes tienen la suerte de seguir con vida, pero viviendo en la clandestinidad. Se estima que unos tres millones de personas entran en Estados Unidos cada año de forma ilegal y la Unión Europea detectó 107.000 cruces ilegales, un aumento del 48% de sirios, eritreos y afganos. Los residentes ilegales en la UE se calculan en 345.000 personas hasta el año pasado.
La inmigración de brazos abiertos, como la que llegó a la Argentina a partir del siglo XIX, un ejemplo histórico, ya es una utopía en el plano internacional. La solidaridad y la ayuda humanitaria se eluden aunque existan acuerdos y pactos en el seno de la ONU.