Las conquistas de la ciencia, y los correspondientes progresos de la medicina, han contribuido en forma decisiva en los últimos decenios, a prolongar la duración media de la vida humana. La "tercera edad" abarca una parte considerable de la población mundial: son personas que salen de los circuitos productivos, disponiendo aún de grandes recursos y de la capacidad de participar en el bien común.

A este grupo abundante de "young old" ("ancianos jóvenes"), como definen las nuevas categorías de la vejez a las personas de 65 a 75 años de edad, se agregan los "oldest old" ("los ancianos más ancianos"), que superan los 75 años y que constituyen la cuarta edad, cuyas filas aumentan cada vez más. La prolongación de la vida media, por un lado, y la disminución, a veces dramática, de la natalidad por el otro, han producido una transición demográfica sin precedentes en la que la pirámide de las edades está completamente invertida respecto a como se presentaba hace unos 50 años: crece constantemente el número de ancianos y disminuye igualmente el número de jóvenes.

La sociedad actual debe insistir en el respeto a la dignidad y a los derechos fundamentales de la persona anciana, que tiene aún mucho que dar a la vida social. Sólo así se podrán perseguir el objetivo de garantizar al anciano condiciones de vida siempre más humanas y dar valor a su papel insustituible en una sociedad en continua y rápida transformación económica y cultural. Está muy difundida hoy, la imagen de esta etapa de la vida como fase descendiente, en la que se da por descontada la insuficiencia humana y social. Se trata, sin embargo, de un estereotipo que no corresponde a una condición que en realidad está mucho más diversificada.

Existe una categoría de personas, capaces de captar el significado de la vejez en el transcurso de la existencia humana, que la viven no sólo con serenidad y dignidad, sino como un período de la vida que presenta nuevas oportunidades de desarrollo y empeño. Es el caso del rosarino Efraín Wachs, residente en San Miguel de Tucumán, padre de tres hijos y abuelo de ocho nietos, que con 91 años ganó la prueba de cross country, una carrera de 8 kilómetros, en el Mundial de Atletas Veteranos que se disputó en Finlandia.

De este modo inscribió otro logro a su extraordinaria actitud frente al deporte y a la vida, dando un ejemplo a la sociedad y demostrando que no obstante encontrarnos con las incomprensiones de una sociedad egoísta, los ancianos no deben sentirse marginados sino sujetos activos de un período humana y espiritualmente fecundo de la existencia.