Lo han visto; allá va, trigal su cabellera, enaltecido de sonrisa, cabalgando un brumoso carro a vela tirando a celeste. Que el "Gringo" ha muerto, es relativo. Querrán decir que ya no lo verán pasear su tranco lento por la triste ciudad; es cierto, pero el hombre no tiene por qué quedarse donde nosotros queremos; puede depositar sus huesos e ilusiones donde él quiera. Entonces, es posible que lo vean estacionando su velero rodante sobre las rendijas inconmensurables de la Pampa del Leoncito, allí donde el viento cordillerano auspicia recitales de horneros y benteveos.
 

Han esparcido por esas llanuras su alma, seguramente respondiendo a una predestinación que él eligiera con su vocación de libertad en la más amplia pureza. En ese escenario donde los sonidos andinos le cantan a Dios, el "Gringo" de Lara ha de desplegar todo su talento al servicio de la belleza y de su -muchas veces- ingrato San Juan. Pero eso no importa tanto cuando se trata de rendir cuentas a la vida y entender que se fue útil a la gente sensible y el ser humano simple.
 

Vuela, vuela tu almita cenicienta por los cielos de Ansilta. Aguaitan los arabescos del río de los Patos tus ojos de creador empedernido, desde los misterios sagrados del Alcázar, donde -posiblemente- hagas guarida esas noches de pumas y ventiscas, a la luz de un fogón glorificado de jarilla.
 

Los rugidos verdosos de El Tontal te custodian por senderos del oro y la congoja. Está el "Gringo" acomodado en sueños por los bellos corredores de las posadas. Buscan sus ojos claros volados en torcacitas, las quimeras del Chiquito Escudero poniéndole poesía al oro huidizo. Quien puede dudar de que han de encontrase en noches de enero en el bohemio boliche de la Alcaparroza.
 

El alma se aposenta donde es más alma. Por eso las calandrias cordilleranas ven pasar todas las tardes los gestos espirituales del "Gringo"; por eso el Mercedario le presta espalda y corazón para que invente lunas de azúcar en días amargos, para que conduzca por las noches un carrito volador por una llanura resquebrajada de ausencias; para que su humor salpique de gracia las soledosas patrias de las perdices, para que una provincia que muchas veces no es justa con sus hijos despierte en sueños iluminados y decida, por fin, abrazarlos sin distingos ni condiciones.
 

(*) Abogado, escritor, compositor, intérprete.