Gobernar el país no es una batalla tal como se están presentando los hechos desde el poder central a la opinión pública. Lejos de ello, es regirse por normas e ideas para fines bien determinados.
En esta singular actualidad, el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, puso una nota personal sobre el tema. Dijo que "vamos a examinar cada ley: Si no estamos de acuerdo, volverán al Congreso para su revisión o para su archivo". Cuando se le recordó la influencia de la oposición en el Parlamento, respondió: "no hay que preocuparse. Son un rejuntado".
Además de utilizar palabras inapropiadas, el ministro minimiza de una manera evidente la función de legislar. Las funciones del Congreso son claras y precisas y responden a una normativa que se orienta hacia los intereses de la sociedad, no de quienes gobiernan ni de grupos políticos. El hecho de que el oficialismo haya perdido las elecciones, en junio pasado, no le da autoridad para minimizar la acción legislativa. Se dice que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner vetará leyes, de allí que la diputada Elisa Carrió le haya recordado que "un gobierno que veta leyes se pone en contra de la sociedad".
La conveniencia o no de una ley se discute en el Congreso, donde todos sus miembros deben opinar sobre la norma a proponer -no sobre amigos ni enemigos, o me gusta o no me gusta- sino en base a las necesidades y esperanzas de la sociedad. Por ejemplo, la famosa ley 1420 que sentó las bases de la educación en la Argentina, se discutió durante más de un año. Hay libros sobre ese debate, que estableció que la educación sería libre, laica y gratuita.
La Ley es regla y norma constante e invariable de las cosas, nacida de la causa primera o de las cualidades y condiciones de la misma. Y habla de una "causa primera", lo cual indica que no hay espacios para las tendencias personales y o políticas. Es un precepto en que se manda o prohíbe algo en consonancia con la justicia para el bien de los gobernados. Por ello, las opiniones de Aníbal Fernández sobrepasan esa realidad histórico-jurídica.
Siempre es aconsejable ajustar los conceptos para evitar ambivalencias que terminan sacando de foco a la verdad.