Un año más de festejo de la Patria, concepto éste que va mucho más allá de la pasión o el fanatismo por "lo nuestro”. La Patria es una aspiración constante, razonable de ser mejores y más felices en un ámbito de coincidencias, un camino común que constantemente se renueva y enriquece.
Por algo grande estamos juntos acá, como lo está la familia en la calidez insustituible del hogar. Es necesario llenar este territorio de amores y epopeyas conjuntas, protagonizadas por unos, aprobadas y admiradas por otros. Cada año que nos encuentra en la vida de este país, cada instante del nuevo día cuando abrimos los ojos al nuevo asombro y celebramos ser seres vivos con conciencia y amores, un nuevo desafío nos convoca a una deleitable aventura en común. Esa sensación es la Patria.
Ese escozor que nos atraviesa cuando, a la distancia, alguien nos cuenta algo de ella o esa indignación que nos revela cuando alguien la critica. Lo de "madre-patria” no es una metáfora vacía o complaciente, es un modo de reconocerla y proclamar el agradecimiento más profundo.
Un año más nos encuentra a la vera de este atajo que nos provoca el alma a cosas grandes, pero que sirvan para salvarse con todos, y no como aventura solitaria. Eso es la Patria, un tácito compromiso colectivo a ser felices, aunque esa estrella lejana de la felicidad nunca se obtenga; lo importante es perseguirla como se persigue la mujer que se idealiza, el hijo que se espera, el padre al que se admira, y acariciarla en diversos instantes, en pequeñas cosas.
Un año especial éste. Los argentinos tenemos ante nosotros otra oportunidad de renovar esperanzas, cimentar quimeras, aprovechar realidades convocantes. Como nos ocurre en ocasiones trascendentales, desgraciadamente no todos se ponen a la altura de las circunstancias. El contexto internacional, sobre todo de Latinoamérica, es enormemente favorable. El producto bruto y el crecimiento económico de estos siempre sufridos países del sur, parece hoy un sueño. "Argentinos a las cosas”, nos recomendaba sentencioso y casi con amargura Ortega y Gasset. Desaprovechar esta coyuntura para convertirla en un vuelo hacia el desarrollo profundo y sostenido sería un pecado imperdonable.
Desde el gobierno se han hecho cosas positivas, otras negativas. A la Presidente prácticamente se le obliga a la reelección, quizá sin pensar el daño que puede traer un gobierno forzado en circunstancias no propicias y posiblemente contra su voluntad. Debe la política levantar la mira y obrar con razonabilidad. Éste puede ser el mejor rédito. Se escucha en el flanco opositor opiniones que todo lo fustigan y otras que reconocen lo bueno y apuestan a una superación de lo negativo. Creo que es ésta una buena dirección, por lo razonable.
La Patria no nos puede esperar siempre. No debe ser una eterna sufriente, una víctima de nuestros desencuentros y mediocridades. La intolerancia producto del fanatismo, la condena impiadosa y dañina de quien piensa diferente implican un permanente alejamiento de nuestro destino. La idea fuerza es salvarnos con todos, aprovechando las propuestas de todos.
Debe llegar el día en que una elección no sea una batalla sino un modo de aprovechar lo mejor de todos. El sol del veinticinco es buena ocasión para homenajear con grandeza esta tierra natal, ese camino común que constantemente se renueva y enriquece. Pensemos esta vez en términos de proeza: ahora o nunca.
