Se celebra hoy el "Día de la Madre”. No es una fiesta religiosa, pero se nos presenta la ocasión para reflexionar sobre la maravillosa misión de esta mujer en el ámbito de la familia y de la sociedad actual. Se dirá que es una fecha surgida de intereses comerciales, pero soy amigo de aprovechar esta conmemoración para ponderar ese papel, cada vez menos apreciado como vocación primordial de la mujer. Porque, por supuesto, que su importancia se reconoce teóricamente en estatuas, placas de bronce y en esta celebración anual, pero es evidente que el ambiente general valora más, por ejemplo, el que una mujer llegue a presidenta o primer ministro de un país, o suba al espacio en un Discovery, o se destaque como ejecutiva en una empresa, que el que una mujer sea madre.

Se envidia y aplaude más a una mujer que con una raqueta es "top ten”, que a otra mujer que del otro lado se esfuerza a diario, madrugando para salir a trabajar y poder alimentar y educar a sus hijos. Hay tantas madres extraordinariamente heroicas que son anónimas. La sociedad actual no presenta más a la maternidad como un ideal entusiasmante. No. El ideal será alcanzar prestigio en lo mismo que los varones, o, si algo que ver con su femineidad, en su eficacia para atraerlos y en todo caso en función de hacer pareja, difícilmente de ser madre.

¿Qué pasará si desaparecen las madres, si al hombre se lo puede fecundar in vitro y gestar en una probeta o un vientre artificial, y luego educarlo en un ordenador, en una computadora en un universo electrónico virtual? ¿Dónde quedará la libertad, la persona, la humanidad, la alegría de vivir y de amar? En esta sociedad agresiva y anárquica en la que estamos cada vez más sumergidos, la presencia, pues, de verdaderas mujeres, es expresión de ternura divina, porque cuando las mujeres dejan de ser mujeres en serio, los varones dejan de ser hombres. El amor de madre lleva en sí una simbólica del amor mucho más convincente que la del varón. El varón ama, e incluso da la vida, desde fuera: el hijo permanece como exterior a él, lo formará luego desde el exterior con su palabra, con su ejemplo. La mujer no solo da semilla, da su substancia, tanto cuando dentro suyo hace crecer a su hijo con su propia sangre y su propia carne, como cuando lo alimenta de su propia blanca linfa, abrazado el niño a su pecho, en ese abrazo materno al cual retornará tantas veces, hijo o hija, cuando sienta necesidad de amor, de ese querer entrañable que solo puede brindar la madre, en consuelo y ternura, en besos de dilección y de vida. Madre a la que siempre se vuelve; puerto ajeno a las tormentas; abrigo de hogar; cobijo para hambres, tristezas y soledades; reposo y cura del cansancio y heridas de la vida. ¡A cuántos varones y mujeres sufrientes, aún ancianos, he escuchado llamar en mis treinta años de sacerdote, en su lecho de dolor, semiconscientes, a su madre muerta ya hace tiempo: "¡mamá! ¡mamá!”, como cuando pequeños corrían a guarecerse en sus brazos o la llamaban angustiados desde sus fiebres y sus miedos!

Cuenta la leyenda que un angelito estaba en el cielo, cuando Dios, lo llamó y le encomendó una misión, con dulce voz le dijo, tendrás que ir a la tierra y nacer como los humanos, serás un pequeño niño y crecerás hasta llegar a ser un hombre. Espantado el angelito, preguntó, pero Señor, ¿cómo haré para vivir tan pequeño e indefenso, quien me cuidará? -Entre muchos ángeles escogí uno para ti que te está esperando y te cuidará.

– Pero dime, aquí en el cielo no hago más que cantar y sonreír, eso me basta para ser feliz…

– No te preocupes, tu ángel te cantará, te sonreirá todos los días y tú sentirás su amor y serás feliz. – ¿Cómo entenderé lo que la gente habla si no conozco el idioma de los hombres?

– Tu ángel te dirá las palabras más dulces y más tiernas que puedas escuchar y con mucha paciencia y con cariño te enseñará a hablar. – ¿Y qué haré cuando quiera hablar contigo? – Tu ángel juntará tus manitas y te enseñará a orar y podrás hablarme… – He oído que en la tierra hay hombres malos, ¿quién me defenderá? – Tu ángel te defenderá a costa de su propia vida. – Pero estaré triste ya que no te veré más.- Tu ángel te hablará siempre de mí y te enseñará el camino para que regreses a mi presencia, aunque yo siempre estaré a tu lado durante todo el tiempo que estés entre los hombres. El angelito ya empieza a escuchar las voces que venían de la Tierra y atemorizado y con lágrimas en los ojos, dijo…Dios mío, dime por lo menos el nombre de ese ángel que me cuidará,… "Su nombre no importa, tú le llamarás Mamá”