Como culminación del movimiento de liberación impulsado por las redes sociales y que terminó con la dictadura de Hosni Mubarak los egipcios viven horas con gran expectación en el cierre de una intensa campaña electoral por la presidencia de la república, que culminará en los comicios del 23 y 24 de mayo. De los once aspirantes, cuatro son los de mayor atención mediática: el ex secretario general de la Liga Árabe Amro Musa, el islamista Abdel Moneim Abul Futuh; el candidato de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Mursi; y el ex primer ministro Ahmed Shafiq, según las últimas encuestas.

Si bien Egipto se encamina a la democracia, existe cierto desencanto entre quienes fueron los protagonistas de la revolución que acabó con más de medio siglo de implacable gobierno militar, y más aún tras la retirada de la postulación a la presidencia del premio Nobel de la Paz, Mohamed el Baradei, baluarte de la minoría progresista y laica del país. Pero pese a

la atmósfera negativa de los que buscaban una verdadera renovación política con pleno Estado de derecho, lo importante es que esta nación de 82.067.630 millones de habitantes, dividida en 27 provincias o gobernaciones, 217 ciudades y 4.617 pueblos, podrá elegir por primera vez en su historia al hombre que decida la mayoría para que asuma el poder, una mecánica común en los pueblos libres, pero para los egipcios algo impensable hasta tan solo un año y medio atrás. Tal vez el general retirado Ahmed Shafiq, ex piloto de combate que fue el último primer ministro de la época dictatorial, no sea el ideal para inaugurar una democracia, pero nadie negará que Egipto será un país gobernado por decisión popular.