La palabra traición proviene del latín "tradere", que a su vez tiene dos componentes. El primero es "trans", que significa trasmitir, entregar. El otro es "dare", el cual se entiende que es dar al otro bando o, llegado el caso, al enemigo. En democracia, fidelidad, lealtad, confianza, devoción, adhesión deben guardarse no hacia una persona o grupo sino a la defensa del conjunto llamado "patria". En el caso de la defensa obligada del bien común, fronteras, intereses, seguridad, se castiga al traidor con la muerte y el adjetivo de "infame". Así lo prevé nuestra Constitución nacional para aquellos que otorguen a alguien la suma del poder que la República divide en tres partes, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, cada uno de los cuales debe ser independiente. Así lo expresaba el propio Juan Domingo Perón: "primero la patria, después el movimiento y por último los hombres".

El concepto vulgar de "traidor", esa ruptura de la lealtad incondicional a un jefe personal cabe solo en el absolutismo, sistema que en la práctica contemporánea ya no se ejerce ni en el comunismo. Las pocas monarquías que quedan son sólo de rótulo, tienen sus parlamentos y su justicia profesional. "No todos podemos ser jefes ni todos los jefes pueden ser seguidos con fidelidad", dice Yago, uno de los personajes principales de la obra Otello de William Shakespeare. En esa frase se abre el panorama a un tipo de adhesión que no está subordinada a la persona sino a la finalidad, lo cual permite que se vaya cambiando de jefe en la medida que esa finalidad cambia o que aparezca otro jefe que pueda conducir más rápidamente al objetivo.

En el peronismo hay muchos ejemplos luego de que muriera Juan Domingo Perón, el gran conductor. Aunque tanto él como su esposa Eva Duarte se ocuparon de aclarar que su único heredero era el pueblo, muchos han pretendido, hasta ahora sin tener éxito, ejercer un liderazgo de tipo personal de modo tal que los seguidores sean sometidos a su libre voluntad, sin crítica ni pensamiento táctico o filosófico independiente. ¿Cuántos de los seguidores del expresidente Carlos Menem terminaron luego siéndolo de su antítesis, Néstor Kirchner o Cristina Fernández de Kirchner? El propio Menem terminó ejecutando las políticas de su Archienemigo, el liberal Álvaro Alzogaray y teniendo a su hija, María Julia, de alta funcionaria.

"No sigan a hombres, sigan ideas", sugería el líder de la Unión Cívica Radical (UCR) Raúl Alfonsín a los jóvenes rayando la cancha en una Argentina que pagó caro, con muchas vidas, esa intención de pertenencia a una verdad única y a jefaturas militarizadas y verticales.

En democracia vale la libre competencia tanto de ideas como de líderes, así lo garantizan nuestras leyes, por eso hay elecciones internas en los partidos políticos con la misma periodicidad de las autoridades del Estado y primarias, en las cuales los no afiliados pueden votar por los candidatos que mejor les parezcan. En democracia no hay, no debe haber ni se puede confundir, diversidad con traición, no hay ni debe haber lealtades incondicionales y personales. Quien confunda estos principios puede quedar justamente del lado de la traición.