A casi un año de las elecciones generales en nuestro país, han proliferado las encuestas a través de las redes sociales más populares, caso de Facebook. Cada tanto, a través de la red, surgen preguntas vinculadas a los posibles candidatos en carrera para ocupar algunos de los cargos en juego y solicitan a los contactos que manifiesten sus preferencias o, al menos, que coloquen el famoso +Me gusta+, para contabilizar la adhesión.

Lo que hay que tener en cuenta es el origen de esas encuestas, que muchas veces se hacen para promocionar un determinado candidato o instalarlo en la consideración del electorado. En la mayoría de los casos, ante una pregunta vinculada a la preferencia por uno u otro candidato se desencadena una serie de comentarios que suelen ser favorables o no, dejándolo muy mal parado. Es entonces cuando el administrador de la cuenta puede llegar a eliminar esos textos, demostrando el poco valor que estas encuestas tienen a los fines de que indiquen una tendencia aproximada o ciertas intenciones de voto.

Las encuestas por las redes sociales no pueden ser consideradas más allá de una simple curiosidad o una demostración de ingenio por parte de quienes promueven candidatos tratando de orientar la opinión pública en forma virtual y, en muchos casos, utilizando un recurso que tiene gran llegada a los sectores más jóvenes de la población, sin descontar que cada vez hay un mayor número de personas adultas que se suman a las redes sociales.

Las encuestas que vale considerar son las realizadas por organizaciones especialmente conformadas para ese fin, avaladas por su trayectoria y su exactitud y que son capaces de admitir un margen de error posible.