Las enfermedades no transmisibles, o crónicas, con crecientes niveles de muerte o secuelas de por vida, es un problema global que ocupa la atención de las Naciones Unidas, tanto por los altos costos que demanda el tratamiento y porque son controlables.

Según un estudio del Foro Económico Mundial, en base a datos relevados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), el impacto del cáncer, la diabetes, cardiopatías y dolencias respiratorias -las principales enfermedades factibles de controlar-, podría alcanzar unos 47 billones de dólares en los próximos años si no se implementan acciones comunes universales. Visto desde el punto de vista económico, la pérdida de producción acumulada causada por estas dolencias, que en total causan la muerte de más de 36 millones de personas por año y se prevé generarán decenas de millones más en el futuro, representará casi el 4% del PBI global anual de las próximas dos décadas.

Por eso la OMS sostiene que este no es un problema de salud, sino es un problema económico que afecta a todos los sectores de la sociedad y, a diferencia de las enfermedades transmisibles, son dolencias relacionadas con la dieta, el alcohol, el tabaco y la falta de ejercicio. Peor aún en los países pobres los costos, porque estos males de la sociedad actual treparían a unos 7 billones de dólares en el período 2011-2025, un promedio de casi 500.000 millones de dólares por año, sin contar con las enfermedades mentales, de igual origen, que representará 16 billones de dólares. Esto plantea la necesidad de diseñar planes de acción globales contra el tabaquismo y otros hábitos dañinos que implican inversiones que se quitan al crecimiento económico de los pueblos.