El regreso de los maestros a las escuelas, el lunes último, hizo que en muchos establecimientos se encontraran con la desagradable sorpresa de observar cuantiosos daños en los edificios escolares. La rotura de vidrios es uno de los más comunes, aunque también se advierten destrozos en el mobiliario, salas de computación y, lo que es más lamentable, el robo de material didáctico, como los equipos de audio, televisores y dvd, con los que muchas escuelas habían sido equipadas durante el último ciclo lectivo.
La situación es preocupante ya que para el inicio de las clases, programado para el 1 de marzo, habrá que refaccionar los locales escolares más dañados y, por otra parte, pretender que los responsables de esos desmanes cambien de actitud y no vuelvan a cometer daños similares, quizás la parte más difícil de este problema recurrente.
Hay casos testigos de lo grave de la situación, como el de la escuela General Mosconi, del barrio Camus, en Rivadavia, donde ya se han perpetrado cuatro ataques en forma consecutiva, durante el receso escolar. También está la situación de la las escuela Arancibia y Andina, de Caucete, donde durante el período de vacaciones de verano se quedaron, prácticamente, sin vidrios en las ventanas y sin el material tecnológico didáctico que se utilizaba en el dictado de clases.
Los daños a los establecimientos escolares responden a un comportamiento social que no tiene en cuenta los beneficios que ofrece la escuela a la comunidad. Los concretan personas de muy bajo nivel cultural o que se han formado en un ambiente caracterizado por la falta de valores, por lo que se trata de un comportamiento muy difícil de revertir. El que daña una escuela solo piensa en el placer de destruir un edificio público que le pertenece a toda la comunidad, pero que al mismo tiempo está desprotegido.
El ensañamiento con las escuelas no es un tema nuevo pero también es evidente que nada se ha hecho en los últimos años para solucionarlo. La escasa vigilancia policial asignada no ha dado el resultado esperado, por lo que habrá que considerar otras alternativas, como restablecer la figura del portero-casero, que ha desaparecido de la mayoría de los establecimientos, o reforzar los sistemas de seguridad con alarmas y otros recursos que ofrece la tecnología moderna.