Semana santa y Pascua es un tiempo para la reflexión, aun en algún ambiente secularizado se puede ver una pausa en el dinamismo de la vida moderna. 

Hay momentos y circunstancias en la vida favorables al descubrimiento del llamado de Dios a la conversión, si sabemos escuchar y buscar con sinceridad podemos encontrarlos con más facilidad, y trasmitir a otros la experiencia del encuentro con Cristo resucitado. Además la fe de los cristianos ayuda a que se vea más la luz de Cristo, a que encontremos en su enseñanza una fuente de vida eterna.

En esa situación el tiempo de cuaresma previo a semana santa, tiempo de oración y meditación con la vista puesta en los grandes misterios de la pasión y resurrección de Jesús, invita a considerar cómo acercarse a quien busca respuesta a las inquietudes básicas propias del ser humano, y trasmitir la propia experiencia. Sin olvidar que es un tiempo de preparación para vivir en profundidad el misterio de la redención. De la Iglesia llega una invitación a la conversión, en el vía crucis vemos pasos que Jesús dio para llegar al Gólgota, las escenas de dolor del camino conducen a la victoria sobre la muerte.

Cuando Cristo resucita se entiende lo anterior con más claridad, la pasión fue el camino a la victoria de la vida sobre la muerte. Lo recorrió Jesús de condición divina por nosotros, vivir en la celebración de estos días esos hechos centrales de la historia de la salvación, es para nosotros una oportunidad para encontrarnos a nosotros mismos y lograr una conversión profunda, para encontrar algo que nos descubra con más claridad lo que haya en nuestro interior, que no nos deje vivir en plenitud los frutos de la conversión auténtica.

Hay otra conclusión que surge naturalmente de ese análisis, considerar la gratuidad de los beneficios que recibimos, la resurrección como resultado de los dolores que Jesús aceptó siendo justo, la gracia que Dios nos da; tantos dones recibidos nos inducen a pensar en los demás por los que Cristo también murió, la fraternidad que hoy puede estar dificultada por confusiones y atractivos pasajeros, puede ser más fácil considerando que recibimos tanto gratuitamente.

La fe, la esperanza en la resurrección, guían nuestro peregrinar en la temporalidad de nuestra vida hacia la gloria futura; somos testigos de esa espera confiada en la gracia de la resurrección. 
En el mensaje de Cuaresma del Papa Francisco se indica que este tiempo es un nuevo comienzo que conduce a la Pascua de Resurrección, contiene una llamada a la conversión, y a descubrir que el otro es un don.

El que recibe a otro en su nombre a él lo recibe: "Quien reciba a uno de estos niños en mi nombre a mí me recibe. Quien me recibe a mí, no es a mí a quien recibe, sino al que me envió.'' (Mc 9, 37) La Pascua nos invita a caminar juntos en una nueva vida. Jesús nos llama a la solidaridad, que hoy puede estar dificultada por distracciones y banalidades, pero el mensaje es claro: lo que se hace a otro se hace a Jesús: "El rey les contestará: les aseguro que lo que hayan hecho a uno solo de éstos, mis hermanos menores, me lo hicieron a mí.'' (Mt 25)

En el otro se ve a Cristo, su pasión se ve como en su prolongación en el sufrimiento de otro, la mano extendida hacia ese sufrimiento llega a Cristo, quien desde la cruz atrae a todos, "Y yo cuando sea levantado de la tierra, a todos los atraeré hacia mí.'' (Jn, 12,32) El que se acerca a otro para asistirlo se acerca a la redención de Cristo.

(*) Profesor de Filosofía de la UNSJ.