Elisabeth Schmitz, la autora del memorándum contra la persecución de judíos.

El Holocausto fue el genocidio organizado que llevó a 6 millones de judíos a la muerte. Una tragedia inspirada en una ideología de matriz neopagana. 

Tuvo un comienzo: la noche del pogrom de 1938. Ella representa el inicio del capítulo más oscuro de la historia alemana contemporánea: la Shoá. En esa noche del 9 al 10 de noviembre tuvo lugar un proceso de exclusión y de despojo de derechos sin igual.

Ardieron sinagogas -en pocas horas ardieron 1.400 sinagogas en toda Alemania-. Poco después toda Europa ya estaba en llamas. Como lo definió el historiador Dan Diner: fue la "catástrofe antes de la catástrofe”.

Ya antes de la noche de los cristales se discriminaba y despojaba sistemáticamente de sus derechos a los judíos en Alemania. Les prohibieron ejercer sus profesiones y para contraer matrimonio también había restricciones. Sin embargo, el 9 de noviembre estallaron todas las contenciones. A la vista de todo el mundo los conciudadanos judíos fueron asesinados por miembros de las tropas de asalto (SA) y de protección (SS), las sinagogas y templos fueron incendiados, los comercios y hogares judíos fueron destruidos.

Las llamas del 9 de noviembre en Alemania fueron inmensas. Sin embargo, no hubo una corriente de protestas a gritos contra los nazis cuando los vecinos judíos eran expulsados de sus hogares. Lo que sucedió en la gran mayoría fue lo mismo: silencio, encogimiento de hombros, mirar hacia otro lado, desde el ciudadano común hasta gran parte de las iglesias.

Es cierto que también hubo excepciones como, por ejemplo, la del teniente de Policía Wilhelm Kruetzfeldt. Con algunos colegas evitó que se quemara la Nueva Sinagoga de Berlín. Otra excepción fue la protestante Elisabeth Schmitz. Ella redactó un memorándum contra la persecución de judíos. Luego renunció -a modo de resistencia- a su empleo de profesora de historia, alemán y religión. 

La carga sistemática de ira continuó finalmente hasta la consecuencia sangrienta y mortal, hasta el aniquilamiento sistemático: Auschwitz y la Shoá fueron esta consecuencia asesina.

Agnes Heller, una filósofa que sobrevivió al Holocausto perdiendo gran parte de su familia en los campos de concentración nazi, afirma en un escrito que a las víctimas del Holocausto "no sólo se les privó de sus vidas, sino también de sus muertes; del significado de la vida y del significado de la muerte”. Sin marcha fúnebre. Ni rituales litúrgicos. Ni ataúd ni lápida, ni memoria. Se las mató en masa: de hambre, con gas o a tiros.

¿Qué significa todo esto para nosotros, a más de setenta años de esa tragedia?
Asumimos en cierto modo la responsabilidad en la medida que demostramos que todos estamos involucrados cuando algunos son humillados y discriminados. Podemos demostrar que la libertad y la dignidad humana de todos nosotros está en peligro cuando la libertad y la dignidad humana de algunos se encuentran amenazadas.

Proteger la libertad y la dignidad humana significa que la xenofobia, el racismo y el antisemitismo nunca más pueden tener la posibilidad de desarrollarse en todo el mundo.

La xenofobia, el racismo y el antisemitismo no deben echar raíces en ningún rincón del planeta. En la audiencia general del 28 de enero de 2009, Benedicto XVI decía que el Holocausto sea "para todos advertencia contra el olvido, la negación o el reduccionismo”.

 

Por el Pbro. Dr. José Juan García 
Vicerrector de la Universidad Católica de Cuyo