"…Sábato palpó en sus manos la muerte indiscriminada exaltada en los horrores cometidos por la dictadura, se jugó el pellejo en su informe a la CONADEP…”

 

Al filo de un siglo de existencia ilustre, señera, este hombre se despidió de sus ensueños. Fue uno de los máximos escritores de Latinoamérica. Tuvo bajo su responsabilidad hacerse cargo del costado áspero de la vida. Ingrata misión esta, que algunos tienen que cumplir. No todas son rosas en el sitio de un poeta o escritor, sobre todo si asume la valentía de ser un hombre de lucha, en tanto su alma es espejo pasional de la realidad. Sufrir es una expectativa de la vida; excelsa si lo es para denunciar el lado oculto de la luna, para entender que detrás del amor, el odio y la mediocridad pueden ser a veces muy poderosos, y hay que desactivarlos reconociéndolos. En este territorio se movió este hombre, junto a su pasión por la pintura.

Su gesto triste, muchas veces lindante con la amargura, ha dejado los escenarios de un país que le deberá respeto y reconocimiento histórico. Y, sobre todo, reivindicación en algunas cosas. No se podrá olvidar que Ernesto Sábato fue el Presidente de la Conadep, integrado por prestigioso grupo de hombres y mujeres valientes que se jugaron la vida armando el rompecabezas de los estragos de la última dictadura, y que sirvió de base a la investigación por la desaparición de miles de ciudadanos. Valientes digo, porque los integrantes de los Tribunales que juzgaron a los homicidas luego confesarían sus miedos, y el principal fue que con su investigación provocaran la caída del gobierno de Raúl Alfonsín. No estuvieron muy errados, sufrió tres golpes de estado por eso, a lo que se agregó la locura inexplicable del grupo "Todos por la Patria" que intentó copar el regimiento de La Tablada, generando un desastre de muertes y zozobra institucional.

Tampoco es posible olvidar que Sábato fue quien prologó el libro "Nunca Más", producto de aquellas investigaciones, obra que hace unos años fue objeto de un hecho que nos ha de marcar ante el mundo: ese prólogo fue oficialmente profanado por el kirchnerismo, cambiándolo por otro. 

Sigue nuestra historia reciente montada en desencuentros y barbaridades, visiones parciales y deformaciones. Uno espera que la figura de este hombre sirva para cobijar bajo su sombra la comprensión y el respeto; que no se lo vuelva a profanar bajo interpretaciones mezquinas, tal la acusación que algunos le han hecho de que una vez cenó con el dictador Videla, sin mencionar malintencionadamente que, años después, cuando Sábato palpó en sus manos la muerte indiscriminada exaltada en los horrores cometidos por la dictadura, se jugó el pellejo en su informe a la Conadep, que sirvió para condenar a Videla y los suyos. 

Seguramente, dentro de algunos años, algún vecino de su entrañable Santos Lugares se anime a decir: "No se ha ido don Ernesto. Yo lo he visto, juro que lo he visto, camino a la placita; llevaba en una mano un libro y en la otra una paleta de pintor; era su paso cansino de subir la cuesta, sus anteojos de mirar la vida triste, su semblante ceniza y horizonte; se sentó en el mismo banco donde lo homenajeaban las palomas y lo bendecía la tarde; hasta le vi una lágrima que me pareció se convertía en bandera".