" En esos potreros donde una redonda se convierte en pretexto para la pasión aparece siempre la figura del Coco Castro, con su camiseta roja al viento".

Un día, como por asalto, el sentimiento me impulsó a escribir el poema "Al Coco Castro", con la pretensión de que de ahí saliera una zamba. Describía en esas estrofas que cuando él sentía que se nos iba le pedía a su hermano, periodista de DIARIO DE CUYO, que lo llevara a pescar. El Coco también dejó su esfuerzo y talento en este diario. Falleció prematuramente. Escribí por un imperativo del alma. Es eso la inspiración y es más fuerte cuando va a peteco del agradecimiento.


Digo esto, porque este hombre sereno y cordial fue un verdadero astro del fútbol de la provincia. Lo menos que puedo hacer por él es, desde el alma, tener un gesto de agradecimiento por todo lo que nos regaló en el enclave verde de una cancha del deporte más popular del mundo. De gambeta elegante y su don de patear penales pegadito a la pelota, iban estas imágenes en andas de mis recuerdos de niño por las canchas de fútbol donde fui feliz y continúo siéndolo; y yo y tantos otros adoradores del fútbol amando la magia, la armonía única que este deporte expresaba en sus pies. En esos potreros donde una redonda se convierte en pretexto para la pasión y a veces el sufrimiento (rasgos estos tan humanos) aparece siempre la figura del Coco Castro, con su camiseta roja al viento, de aquel Independiente que amé y amo; esquivando gorriones y arroyos en ese territorio de fiesta único que es un estadio. Quiero decir que hablo de uno de los más talentosos jugadores que dio esta provincia.


Un día me visitó su hijo, Carlos Esteban, y mi emoción se tiñó de rojo como aquella divisa de República del Líbano y España que su exquisito padre ostentaba con dignidad. Carlos Esteban me vino a contar que escribe poemas, ¡vaya tarea noble esta!, y que quería que comentara su primer libro. La poesía puede ser un soltar a la vida palomas ilusionadas sin destinatario o una flecha de luz con un destino fijo que nos ordena la pretensión de ser útiles con algo o alguien.


Estuve orgulloso de colaborar con mi aporte y por la distinción que el autor me brindó entonces, escogiendo ese poema con destino de zamba, escrito para su padre, para que integrara la contratapa de su bello libro escrito con indudable amor a lo fundamental del hombre: la familia, el paisaje, la vida.


El hijo del Coco escribe poemas y me parece que así cierra esta bella parábola: un sendero que atesora en ambos extremos la belleza y la ilusión recuperadas.

Por el Dr. Raúl de la Torre
Abogado, escritor, compositor, intérprete