Morales, un populista autoritario que fue elegido en 2005, presidió personalmente el 2 de febrero la inauguración de su museo en su remota aldea natal de Orinoca. Se llama Museo de la Revolución Democrática y Cultural, pero todos en Bolivia lo conocen como "el museo del Evo". 


El edificio modernista, construido con fondos del gobierno, exhibe una estatua de tamaño natural de Morales, retratos con líderes mundiales, doctorados honorarios de varias universidades a pesar de que nunca terminó la secundaria, camisetas de fútbol de su colección, y recuerdos de su niñez, como la trompeta que tocaba de joven. 


Es el "museo más grande y moderno" de Bolivia, según la ministra de Cultura, Vilma Alanoca. Como si no fuera suficientemente obsceno gastar u$s 7,1 millones en un museo autopromocional en uno de los países más pobres del mundo, el pueblo de Orinoca se encuentra en una zona remota del altiplano y tiene sólo 900 habitantes, de los cuales el 90% viven en la pobreza, según un informe del 3 de febrero de Associated Press. 


El nuevo museo es sólo el último de varios gastos estatales destinados a promocionar a Morales. El año pasado, el Ministerio de Comunicaciones publicó un libro de poemas dedicados al presidente, escrito por estudiantes y sus maestros, titulado El proceso de cambio en verso. Fue publicado poco después de un escándalo por un himno militar en alabanza de Morales. El alto mando militar tuvo que aclarar posteriormente que no es una canción oficial obligatoria. 


En 2014, se distribuyó un libro para niños titulado "Las aventuras de Evito", glorificando la infancia del presidente. Los cuentos ilustrados incluyen Evito va a la escuela, y Evito juega al fútbol. Pero el más escandaloso acto de egocentrismo de Morales es su manipulación de la Constitución para mantenerse en el poder indefinidamente. 


Según la Constitución, los presidentes sólo pueden servir por dos mandatos consecutivos. Pero Evo cooptó al Tribunal Constitucional para permitirle un tercer mandato en 2014, y el año pasado celebró un referéndum para postularse a un cuarto mandato en 2019. Pero a pesar del uso masivo de recursos estatales y la redacción engañosa, Morales perdió el referéndum del 21 de febrero de 2016. 


Ahora está tratando de invalidar ese referéndum, y busca nuevas formas de reformar la Constitución para poder presentarse para un cuarto mandato. Cuando los periodistas le preguntan si está violando la Constitución, Morales repite el mismo mantra de cuando lo entrevisté por primera vez: que sus críticos son racistas pagados por el imperialismo norteamericano para conspirar contra el primer presidente indígena de Bolivia. 


Mi opinión: Ese cuento es cada vez menos creíble. Morales siempre juega con la carta del "racismo", un argumento que pudo haber sonado convincente al principio de su gobierno, porque la mayoría indígena de Bolivia merecía tener un presidente indígena. Pero 11 años más tarde, y tras reiteradas violaciones a la Constitución, denuncias de corrupción, represión de sus opositores políticos y gastos millonarios de autopromoción, su defensa suena cada vez más hueca. Estaría muy bien que Bolivia elija un presidente indígena en 2019, pero no Morales. 
 
 

Imponente museo de Evo en su aldea natal de Orinoca.