La Constitución Nacional es la madre de todas nuestras leyes, incluidas las constituciones provinciales, que no pueden evadir sus principios bajo pena de ser tachadas de inconstitucionales. Establece principalmente el sistema de gobierno: representativo, republicano y federal. Lo primero (representativo), significa que ningún argentino puede gobernarse por sí mismo sino por medio de representantes que él mismo elige como parte del pueblo, en las elecciones. Lo segundo es que el poder para gobernar esté dividido en tres secciones determinadas: Poder Ejecutivo (el administrador), Poder Legislativo (el hacedor de leyes) y Poder Judicial, el que tiene a su cargo mandar que se cumplan. Lo tercero es que coexisten en el país tres órdenes de Gobierno: nacional, provincial y municipal. Por eso somos una Federación, no una Confederación.

En el orden internacional "la Federación es un Estado soberano formado por una variedad de Estados". La representación internacional de esos Estados en el orden internacional es única, lo que no ocurre en la confederación. La federación nace siempre de pactos, para regular los lazos que hacen a esa unión. En nuestro caso la Convención Nacional Constituyente, que floreció en la Constitución Nacional de 1853, tuvo en cuenta los pactos preexistentes. Por todo lo dicho me perece falto de seriedad querer modificar las constituciones para atender las pretensiones de grupos aunque sean mayoritarios (generalmente no lo son) que quieren prolongar en el tiempo, sus ideas, sus intereses. ¡La Constitución del 53 fue tan amplia y clara! Por eso insisto en que las constituciones deben ser respetadas, sobre todo en su esencia; eso es el Estado de derecho, predecible, fiable. Por bueno que sea un gobernante, no debe perpetuarse en el poder. Para que haya continuidad en los gobiernos, basta con las políticas de Estado. ¿O es que no las hay?

Siendo el bicentenario del nacimiento de Domingo Faustino Sarmiento, nuestro tan amado y a veces vilipendiado prócer, quiero recordar las palabras que pronunció en la sesión del 6 de febrero de 1860 (Convención Reformadora), apoyando una moción de Vélez Sarsfield: "pongo las palabras Provincias Unidas del Río de la Plata al frente de la Constitución, para reunirme a los que fueron mis enemigos, olvidar nuestras antiguas disensiones y abrazarnos como hermanos que vuelven a verse después de largos años de separación".

Se refería a los más de 20 años que duró la dictadura de Rosas, durante la cual le impuso al país el nombre de "Confederación Argentina", dividiendo al pueblo en dos bandos irreconciliables. Si lo que digo fuera poco, veamos lo que hoy pasa en el mundo con los que, oyendo a sus adeptos, se eternizan en el poder.