Mapache, avispa asiática, rana toro, visón americano, jacinto de agua, camalote o hierba de la Pampa; las especies invasoras amenazan la provisión de los servicios más importantes que prestan los ecosistemas de toda Europa y pueden además afectar gravemente a la salud humana.

Un equipo internacional de científicos evaluó esos riesgos y toda la información reciente sobre la presencia de estas especies y los modelos estadísticos que predicen su expansión y analizaron el impacto que tendrán en siete servicios básicos que prestan: el mantenimiento del hábitat, la retención de nitrógeno, la retención del suelo, el control de inundaciones, la provisión de cultivos y de madera y el turismo al aire libre.

En el trabajo, liderado por científicos del Instituto Pirenaico de Ecología y de la Estación Biológica de Doñana -ambos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas español- participaron otros siete centros y universidades de cinco países, entre ellas la University of Fribourg (Suiza), la Universidade do Porto (Portugal), la Université Grenoble Alpes y Université Savoie Mont Blanc (Francia) y de la University of California en Irvine (Estados Unidos). Las conclusiones se publican en Nature Communications.

Se trata del primer análisis espacial exhaustivo sobre la exposición de los hábitats europeos a la invasión de especies, según los investigadores, que identificaron las regiones “críticas” para la conservación de los servicios vitales para el medio ambiente, la salud y el bienestar de la sociedad.

Los científicos se centraron en evaluar los riesgos actuales y potenciales de 94 especies invasoras: 32 plantas terrestres, 29 animales terrestres, 20 animales de agua dulce y 13 plantas de agua dulce; todos están ya incluidos en la Lista Europea de Especies Invasoras preocupantes para la Unión y en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras.

Entre las especies invasoras estudiadas y que se localizan en España están la avispa asiática, la rana toro (originaria de América), el jacinto de agua (de sudamérica), el visón americano, la polilla del boj (procedente de Asia) o la hierba de la Pampa (de Sudamérica), y en el centro de Europa animales como el coipu, el mapache o el coatí -los tres procedentes de América- afectan a la producción de alimentos y ofrecen un reservorio de enfermedades que afectan a la salud humana.

> Problema todavía manejable

Belinda Gallardo, científica del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC) e investigadora principal del estudio, precisó que en el norte de Europa y en la península escandinava acusan más el deterioro de los hábitat; en el centro de Europa la retención de nitrógeno, la contaminación de los ríos o la provisión de madera, y en la Península Ibérica el servicio que los ecosistemas prestan como lugares para el disfrute de la naturaleza o para la provisión de alimentos.

En declaraciones a EFE, la investigadora insistió sin embargo en lanzar un mensaje positivo y en que se trata de un problema grave, pero no inabordable, y precisó que en el mundo existen unas 37.000 especies “no nativas” que viven fuera de sus lugares originales pero sólo unas 3.000 de ellas generan daños importantes y estas se concentran además en su mayoría en zonas que están ya muy degradadas. Pero el impacto de las especies invasoras en las zonas de mayor valor ecológico es aún “muy limitado”, ya que afectan “sólo” a entre el 1 y el 10 por ciento de la superficie de Europa, manifestó Belinda Gallardo, por lo que a su juicio es todavía un problema “manejable” y que no alcanza la dimensión de otras crisis globales como el cambio climático o el cambio de usos de suelo.

> Una amenaza creciente si no se toman medidas 

Los científicos apuntaron la mayor vulnerabilidad en servicios como la retención de nitrógeno y la provisión de cultivos, frecuentemente ubicados en áreas que sufren el impacto de actividades humanas, donde la introducción de especies invasoras es más probable. 

Este es el caso de plantas acuáticas como el camalote, la cola de zorro y la lechuga de agua, las cuales forman densas colonias que afectan a la depuración y explotación del agua precisamente en las zonas agrícolas y urbanas que más lo necesitan del centro y el sur de Europa. 

Si no se toman medidas, las zonas ricas en biodiversidad y servicios ecosistémicos podrían volverse aún más vulnerables a medida que las especies invasoras se expandan y lleguen otras nuevas, una tendencia que además se va a ver intensificada por el cambio climático y el aumento del comercio y el turismo global. 



>> La distancia no es barrera
Datos recientes muestran que en Argentina hay casi 700 especies exóticas invasoras, es decir organismos que no son originarios del país pero que llegaron, se establecieron y colonizaron ambientes naturales o seminaturales, donde desplazan a las especies nativas. Esto altera la composición y el funcionamiento de los ecosistemas y reduce su riqueza biológica. Pero también afecta la producción y las economías regionales al bajar la calidad de las pasturas que se usan para forraje, disminuir la disponibilidad de agua subterránea, aumentar la frecuencia e intensidad de los incendios e incluso condicionar la producción de energía hidroeléctrica.
Las estrategias de prevención, detección temprana y control resultan clave para limitar el impacto de las invasiones biológicas.
Mover especies de un lugar a otro afecta el medioambiente, la economía e incluso en la salud. Por ejemplo el mosquito Aedes aegypti es originario de África, y junto con él llegó un conjunto de nuevas enfermedades, incluyendo el dengue. El estornino es un ave que afecta la diversidad, pero también la producción agrícola, y por lo tanto genera pérdidas económicas. Estas especies requieren estrategias efectivas de control para minimizar su impacto. 

 

Por agencia EFE

(Fuente: Conicet)