Señor director: 


La noche final de la Fiesta del Sol en el Autódromo merece felicitarse por varias razones. Más allá de las inherentes al show mismo, impecable el ingreso y los controles como también la amabilidad de la gente encargada de ubicarnos a los espectadores. En esto la organización ha demostrado una disposición más acertada que otros años de los lugares y estimo que para próximas ediciones deberían remitirse nada más que a los metros cuadrados de que dispusieron esta vez, para que no tenga que alterarse mayormente la puesta en escena ni el emplace de las sillas.  


Hubo una previa musical, que acortó la espera y creó el clima, siendo importante el despliegue de sanjuaninos cantando y entreteniendo.  


La elección de la reina no demandó un tiempo tan agotador como otras veces ni para las chicas ni para el público, siendo destacable en grado sumo que el largo de los vestidos, los materiales empleados, los colores, los brillos y los diseños tuvieran esa originalidad que fue digna de los primeros y sentidos aplausos.  


En la propuesta 2017 del espectáculo final, no se vivieron esos incómodos momentos de silencio y desconcierto de otros años y hubo un desarrollo que abarcó tantos frentes diferentes en tan breve espacio de tiempo que nos mantuvo siempre con el interés en alto. Quedó demostrado que para lograrlo no hay que buscar un relato lleno de complejidades y que una síntesis ideal fue ésta, sin deslices, sin extravagancias inentendibles y sobre todo sin la visión de uno: Esta vez se notó la conciencia y trabajo de equipo.  


Casi como una verdadera estrategia de combate, fuimos felizmente "atacados'' por varios frentes donde la imagen estuvo, sí, pero no agobiando, donde el diálogo estuvo, sí, pero sin un idioma extraño y confuso, quizás con dispensables momentos de mezcla con sonidos más exaltados pero nunca tan atronadores que lo hicieran insoportable. Por el contrario hubo una sutil armonía que es lo que nos hizo ser llevados por la coherencia de un relato mágico dentro de lo puramente histórico. Si bien no hubo escenas imponentes, es de una ternura sublime el ascenso idílico de Remedios y San Martín al cielo mismo de su sueño y los giros nos fueron llevando -es lo que recogí en los comentarios de la gente que es donde se nutre éste, que ahora aporto- y es que en un momento dado, sobre todo las mujeres que somos mayormente bastante románticas, nos sentimos girar en idéntica dirección que la pareja olvidando al prócer para descubrir al hombre algo que fácilmente se logra sin necesidad de despojar a nadie de sus merecidos bronces. 


Hubo, finalmente, una aceitada conjunción sin estridencias ni grandezas y quizás la conclusión mereció un apogeo más sólido del que se vio para llegar al clímax se esas bellezas vestidas con los colores de la libertad. 
Nos gustan las cosas sencillas, sensibles y que con ternura rozan nuestra alma. Somos un pueblo dando al fin a su fiesta la identidad que busca y que para 2018 apartándose de lo conmemorativo tendrá otras aristas para ofrecer.