Si uno navega en una embarcación de cualquier tipo, sea por tierra, agua o aire, la estabilidad es un requisito mínimo para que quien conduce pueda fijar el rumbo y llegar a destino en las condiciones previstas y en el tiempo correcto. Puede que variables externas hagan necesaria la pericia del piloto quien, primero que nada, buscará evitar que la nave se escore demasiado si es un navío o que siga los caprichos de la turbulencia si es avión. Haciendo una analogía con la sociedad y sus gobernantes, suele suceder que la inestabilidad se provoque desde adentro más allá de los problemas inevitables que pudieran venir desde afuera. Lo ideal sería que, en todo caso, se discutiera el objetivo a alcanzar o los instrumentos a utilizar así como la selección de los liderazgos que se considere más adecuados para hacer más eficiente esa búsqueda. Hay un espacio amplio para el debate interno productivo y beneficioso escuchando a todas las voces sin poner en juego esa estabilidad, especie de línea de base de toda acción. Libertad y disenso no son contrarios a la estabilidad. Una verdadera y genuina estabilidad es aquella que, aun siendo más difícil de lograr y que requiere de mayor paciencia, reconoce la diversidad de visiones pero logra canalizarlas de manera positiva dentro de un sistema de regulación. Éste es, en una democracia Concejos Deliberantes en los municipios, la Cámara de Diputados en la provincia y el finalmente el Congreso Nacional. Pero no todo queda entre oficialismo y oposición. También tienen que hacer su parte distintas organizaciones de la sociedad: gremios, cámaras empresarias, confesiones religiosas, clubes deportivos, grupos de ayuda humanitaria, asociaciones de profesionales, etc. El Estado y su burocracia, a los cuales exigimos una serie de pasos administrativos para hacer transparente un gasto, no puede estar a veces en la urgencia de un caso particular que está a la mano de una Unión Vecinal o una de las delegaciones de Cáritas. 

En San Juan pasamos por una de las mejores épocas desde la sanción de la primera Constitución en el siglo diecinueve. El promedio de permanencia de cada gobernador en menos de 200 años de vida institucional fue de apenas año y medio. Durante la segunda mitad del siglo pasado solo completaron sus mandatos Gómez Centurión, 1987-1991 (ver foto) y Jorge Escobar en su segundo período 1995-1999. El previo a Gómez Centurión registró la renuncia de Leopoldo Bravo a los dos años y el posterior, el juicio político a Escobar que redujo su ejercicio a menos de la mitad. A Escobar precedió su propio juicio y le sucedió Alfredo Avelín quien también fue destituido y reemplazado por el vice Wbaldino Acosta. Antes de eso el que estuvo más cerca fue Américo García, reemplazado por golpe de Estado nacional restando solo una semana para que terminara sus cuatro años. De ahí para atrás una mezcla de anarquía y golpes militares que cubrieron el resto del siglo aderezado con la lucha entre cantonistas y conservadores primero y radicales y peronistas luego. Hubo una época de lucha comprensible por el poder, éste era el que administraba el agua, recurso indispensable para una economía agrícola y el diseño de la traza de los caminos para sacar los frutos. Lo del agua se resolvió con la construcción de los diques y el tema de los caminos tuvo su último episodio con la habilitación de la ruta por Quebrada de las Burras hacia Calingasta. El último conflicto fue la aparición de la gran minería. No faltó el intento de presentar a la nueva actividad como incompatible con la agricultura cuestionando el uso del agua y la supuesta contaminación. A 15 años del inicio de la explotación de grandes yacimientos, ni falta agua ni hubo contaminación aun a pesar de los accidentes ocurridos. 

En cuanto a la batalla por el control del gobierno que ocurre cada 4 años, también se registra gran estabilidad, mérito que debe atribuirse tanto a los circunstanciales oficialismos como a una oposición racional y respetuosa. Desde 2003 hasta la actualidad, convivimos con una tolerancia civilizada que se puede advertir en las características hasta casi aburridas de la campaña de este 2019. La última duda respecto a los enconos del pasado, estuvo presente en el cambio de mando entre la jefatura de Gioja y la de Uñac. Un conflicto comprensible entre el líder que se va y el que llega. Pero el tiempo parece haber traído la moderación que admite diferencias pero que no pone en riesgo la gobernabilidad. Una vara que mide el clima general es la libertad de expresión, que es amplia, diversa y sin castigos o persecuciones así como la ausencia de campañas sucias o noticias falsas, por lo menos en la proporción que se observa en otros lugares. La relación con el gobierno nacional es buena aunque con la distancia lógica entre fuerzas que competirán por el mismo trofeo. El gobierno local, de origen justicialista, hasta ahora se está manteniendo al margen de la lucha sanguínea que se libra en esa fuerza a nivel nacional. Es que tanto los tiempos como las necesidades y los recursos, son distintos en uno y otro caso. Estabilidad, ausencia o reducción al mínimo de conflictos que distraen de la tarea fundamental que es promover la baja de la pobreza y la esperanza de la prosperidad. Estabilidad, una preciosa gema que se ha conseguido después de dos siglos de ser ejemplo de lo contrario.