Casualmente o no, en los últimos días los sanjuaninos hemos debatido sobre temas inherentes a la educación de nuestros hijos. Primero fue la polémica por el ya famoso “último primer día” (UPD), y después los resultados del Aprender, la evaluación que mide el nivel educativo de las provincias y el país en su conjunto. El primer tema poco tiene que ver con las escuelas. Es más, a las escuelas las podríamos ubicar en el sitial de las víctimas. Y el segundo es la consecuencia de años de desinversión, cambios desordenados y presupuestos mal ejecutados. No hay que olvidar que este país no es capaz de mantener la misma manera de educar diez años seguidos y mucho menos tiene la virtud de hacerlo de manera federal. En 2006 hubo un gran avance, con la ley de Financiamiento Educativo, pero a la luz de los resultados posteriores, se puede afirmar que no sólo se trata de plata. Lo que se vive hoy es la consecuencia de décadas de errores y perdurará por generaciones, por tanto, echarles la culpa a los actores actuales es, cuanto menos, una acción equivocada.

 

 

La ley nacional de Financiamiento dispuso un incremento progresivo de la inversión en educación respecto del Producto Bruto Interno (PBI), desde el año 2006 (4,7%) hasta alcanzar cuatro años después la meta del 6%. Ese objetivo se cumplió con creces ya que la meta que se había establecido para 2010 llegó en 2009. Aunque en 2010 el gasto descendió al 5,4% del PBI, a partir de 2013 alcanzó nuevamente el nivel óptimo y en 2015 (6,6%) y 2016 (6,5%) fue superada.

A pesar de haber cumplido con aumentar los fondos para educación, la calidad no mejoró: en 2013 se conocieron los resultados de la encuesta PISA, a la que se someten varios países y que mide la calidad de la educación. Esos números arrojaron que el nivel educativo en ningún lado cayó tanto como en la Argentina: de primeros en la región pasamos al séptimo lugar, detrás de Chile, Uruguay y Brasil. En 2015 fue peor aún, ya que el organismo que creó los exámenes PISA eliminó a Argentina de la evaluación, sospechando que Cristina Fernández había interferido para mejorar los resultados, ya que habían notado una mejoría abrupta sin antecedentes en los 65 países donde se realiza el examen. Hay datos más alarmantes aún: en 2003, el 74% de los chicos empezaba el colegio en la escuela estatal y 26% en la privada. En 2011 sólo el 62% lo hizo en instituciones públicas y el 38 restante en privadas. Si bien ayer el ministro de Educación Felipe de Los Ríos, dijo en una entrevista que el avance de la escuela de gestión privada sobre la pública se nota mucho más en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que en el resto del país, la realidad hoy es que mucha gente prefiere enviar a sus hijos a una institución privada, primero para garantizarse los días de clases, y segundo porque piensa que el nivel educativo es mejor. ¿Más datos negativos? Creció la cantidad de adolescentes y jóvenes que no estudian: en 2001 era 11,4% y en 2010 ese porcentaje llegó al 13,7.

Para colmo, no estamos mal en inversión con respecto a otros países: el promedio de la inversión en educación en Argentina (6% en 2013) es mayor al de Chile (4,2% en 2013), que es un país con un nivel de desarrollo comparable al nuestro. Respecto al promedio de América Latina, Argentina también se ubica en niveles superiores de inversión en relación al PBI. Los años 2015 y 2016 se destacan; pero ya en 2011 el gasto en relación al PBI en Argentina (5,9%) superaba al de la mayoría de los países vecinos: Paraguay (4,9%), Colombia (4,7%), Uruguay (4,5%), etcétera.

A pesar de que en los últimos años la evolución del gasto promedio en educación crece en Argentina (aproximadamente 30% entre 2006 y 2012), no se logró una performance significativamente superior en los resultados educativos. Eso si hablamos de los chicos que terminan la escuela, porque es otro tema los que no van o los que abandonan: la tasa de egreso de la escuela secundaria, que creció sin interrupciones durante 50 años, se estancó en los últimos 15.

Con estos resultados los argentinos y particularmente los sanjuaninos nos atrevemos a juzgar a otros cuando pasan cosas como el UPD o los resultados del Aprender en matemáticas. Un docente que recién ingresa al aula en San Juan cobra 14 mil pesos, cuando la línea de pobreza en enero se ubicó en 16.973,83 pesos. Y el sanjuanino es uno de los mejores sueldos del país, no solo por el monto, si no por la puntualidad. El 30 por ciento de las personas que dictan matemáticas en el nivel secundario de esta provincia no pueden llamarse docentes, porque no tienen formación pedagógica. La educación hoy en la Argentina sólo se hace porque está llena de personas de buenas intenciones, que viajan a lomo de burro o a dedo para llegar a una escuela, y no muy lejos del centro. Personas que viven atajando penales, como le tocó a De Los Ríos ayer en una entrevista radial. El problema es mucho más profundo, y nace en el sillón de Rivadavia, no en el de Sarmiento.