En este siglo XXI y teniendo como antecedentes las postrimerías del siglo XX, se podría afirmar que para la formación de imagen se unen diversas expresiones comunicativas. El tema cobra hoy un inusitado valor, en tanto los investigadores van más allá y las denominan "elementos tecnológicos” aplicados a los objetivos.
Para los estudiosos del tema, tanto en el país como en el ámbito internacional, en el término imagen confluyen estatus, forma, prestigio, apariencia, haceres y poderes que deben dar forma a la moderna comunicación. Por eso vender una imagen, hoy en día, es vender un universo sí por vender entendemos en sentido amplio y rotundo comunicar.
Se trata entonces de comunicar imagen, palabra sobre la que se presentan dicotomías, niveles de inercia y parcialidades, como las planteadas en la vida cotidiana. Para ciertas culturas tiene que ver con lo atávico y ornamental; para algunos políticos a veces un momento difícil, que hace peligrar sus apetencias de poder y otras cuando el ascenso de las encuestas los fortalece y los eleva a la calidad de semidioses.
Se hace necesario en la actualidad llevar a la práctica toda la teoría e impulsar, a la vez que incentivar, a los gabinetes de comunicación creados hace tiempo para la investigación y que están dando sus frutos. Se ha observado en los últimos estudios que se utiliza un lenguaje compartido, que sin ser coloquial abunda dentro de lo científico con ejemplos que hacen del texto algo entendible, ameno y que sirve como guía para "los navegantes del orbe comunicacional”.
La imagen institucional como así en el ámbito político, religioso, educativo ha tomado una singular proyección que debe ser acompañada por un lado, con la dinámica acción de los medios y por otro, con el referéndum popular que a veces tácitamente está diciendo en su mejor opinión sobre quienes lo mandan y en donde desarrollan su vida.
La imagen forma, pero también transforma y a veces agrede. Si impulsamos la imagen se desconfigura y la cultura visual transgrede los parámetros de la razón para convertirnos en sutiles marionetas de especiales circuitos y escenarios donde la vida transita con perfiles dramáticos.
El hombre debe imponer su juicio sano y profundo, noble y sincero ante los estímulos y forjar su propio ideal para hacer valer con hechos el voto como expresión primera y la participación como alternativa, para que lo meramente visual sea un camino de progreso.
