"Tengo unos principios, pero si no te gustan, tengo otros" Groucho Marx.

La reciente sentencia de la Suprema Corte de Justicia respecto del avocamiento directo que aceptó por el llamado per saltum en el caso del apartamiento de dos jueces que elevaron a juicio a Cristina como supuesta jefe de una asociación ilícita para cometer delitos contra el Estado, dio al menos dos sensaciones. Una, la expresada por el brillante comediante de USA, contemporáneo de Chaplin, Groucho Marx. En ese sentido se podría decir, con algo de sorna, que fue un fallo "marxista", pero de Groucho. La misma composición del cuerpo colegiado había dicho exactamente lo contrario de lo que dijo ahora en 2018 durante la gestión de Macri cuando se le preguntó sobre la validez de los traslados de jueces de la misma jerarquía y especialistas en la misma materia, por lo cual no requerirían un nuevo acuerdo del Senado. La única diferencia entre aquél momento y ahora ha sido el cambio de gobierno a otro signo, esta vez al que pertenece la acusada, nada menos que la Vicepresidente de la Nación. Otra sensación es la de haber cambiado la forma de resolución de conflictos transformándola en un tipo que es común a algunas culturas, no la de occidente, la de una negociación en el estricto sentido de un trato comercial. Yo te doy algo, me das algo más o menos equivalente, o le pones un precio. Hay un film, Camino a Estambul, que relata las consecuencias de lo que fue la carnicería de la batalla de Galípoli (dicho sea de paso la famosa que comandó Winston Churchill). Hay un diálogo entre dos oficiales turcos que se ríen del principal personaje que es un australiano personificado por Russell Crowe "nosotros hablamos de cosas, y el de principios, nos convendría negociar con él", queriendo decir que ellos esperarían beneficios tangibles y él solo palabras. Clarísimo, como la Corte nuestro caso que se ha alejado de sus propios principios. Hay una interpretación también válida: decidió hacer perder a todos a la vez porque no dio la razón total a ninguna de las partes. Al Senado le dijo que lo que hicieron estuvo mal, a los jueces que vuelven a sus cargos pero transitoriamente hasta el nuevo concurso, al Consejo de la Magistratura, que es quien lleva adelante los concursos, que debe ser más eficiente y solucionar los numerosos cargos que están en la misma situación, que son decenas. Una peligrosa forma de resolver cuando no se queda bien con nadie, ni con el gobierno que esperaba la ratificación de su decisión, ni con gran parte de la opinión pública que volvió a salir a las calles para protestar transformando en héroes a los jueces echados, ni a los jueces que se sienten usados e incapaces de ser independientes en el poco tiempo que les quedará hasta que sus cargos sean concursados. Se sabe de antemano que en esos concursos no tendrán la más mínima posibilidad de ganar. Lo más delicado es que es posible que tampoco haya quedado satisfecho el ego de Cristina, que esperaba un latigazo ejemplificador que sirviera de muestra para otros jueces, aquellos a los que ya amenazó en su discurso de defensa en el que, siendo abogada, nunca utilizó algún recurso técnico jurídico sino que se basó en expresiones como: "la historia no me juzgará a mí sino a Uds", o "la historia ya me absolvió". Igual, desde su necesidad, ha sido un paso importante para el amedrentamiento de los tribunales que deberán procesar las numerosas causas que tiene vivas y para las que hay una cantidad nunca vista de pruebas documentales y testimoniales. Quienes le pagaron coimas, lo reconocieron en los expedientes. ¿Hubo alguna promesa de estabilidad para los cinco ministros? No sabemos, por lo pronto y por las dudas, el diputado Leopoldo Moreau, vocero indiscutido de Cristina, fue directo en su amenaza y se sabe que esta gente, en esas cosas cumple, por lo menos así lo viene demostrando con Bruglia, Bertuzzi y Castelli porque estos jueces, al menos dos de ellos, ya se sacaron la causa de encima, ya la elevaron a debate público no vuelven a intervenir. No puede pensarse en otra cosa que una venganza o, como decíamos antes, un mensaje directo a los próximos en el proceso. Si éste fuera el criterio jurisprudencial, una negociación del tipo "yo te doy algo, qué me das a cambio, le pongo precio" también será necesario saber si esto valdrá para futuras controversias que lleguen al más alto tribunal con la integración de Maqueda, Lorenzetti, Highton y Rosatti, o si en ese vaivén pendular pretenderá volver a hacer valer "principios" que esta vez ha negado. ¿Será para siempre? Para nosotros, los justiciables, será importante saberlo para ir juntando con qué pagar llegado el caso de que caigamos en alguna desgracia o cometamos alguno de esos "errores" que la ley castiga por el Código Penal.