Federico Cantoni


Cuando José Néstor Lencinas, el caudillo mendocino, llevó ante Hipólito Yrigoyen a Federico Cantoni, se lo presentó como el "cachorro de león sanjuanino''. Lencinas ya lo había escuchado rugir desde San Juan, guiado por su fino olfato de viejo lobo de la política. Yrigoyen quizás lo tomó como una ocurrente frase para halagar al presentado y no imaginó, en el momento, cuánta certeza tenía esa calificación del joven sanjuanino, al que no tardaría en verlo crecido políticamente e inclusive tener que pedirle su apoyo para el candidato a gobernador que él había elegido, el doctor Amable Jones, que tuvo un trágico final.


Cantoni era admirador de Leandro N. Alem y se había afiliado a la Unión Civil Radical, partido en el que inició en 1914, su agitada y ascendente carrera política que lo instaló, nueve años después, a los 33 años de edad, en la gobernación de San Juan. A los 24 de años de vida, su primer lugar de trabajo fue la juventud partidaria. Federico consideraba que en el radicalismo estaba el gérmen de la transformación a la que aspiraba, porque como médico de pobres y por haber recorrido la provincia, junto a su padre, que era ingeniero especialista en minería, sabía del dolor de la pobreza y del sacrificio de ganarse el pan de sol a sol, con bajísimos salarios. Ese cabal conocimiento de las vicisitudes de los desprotegidos, influyó en su compromiso de lograr que los pobres tengan bienestar, aunque para ello tuviese que acelerar los tiempos de su vida. Entonces, más allá de la medicina, el camino no era otro que la política, con el fin de concretar materialmente esos anhelos. No lo esperaba una tarea fácil. No estaba armada aún la estructura partidaria, debido a que en San Juan no había prendido la semilla radical con el mismo vigor que en Buenos Aires y algunas provincias como Mendoza, con José Néstor Lencinas a la cabeza.


Estas tierras eran dominio del conservadorismo con fuerte primacía en los tres poderes y solidario por otra parte, a los gobiernos nacionales. Además, San Juan venía de un pasado de enconos, revueltas, cuartelazos, emboscadas, batallas y gobernantes que en su mayoría no pudieron cerrar sus mandatos. No imaginaba, a juzgar por la circunstancias que no escaparía, utilizando una frase de Octavio Gil, "al signo trágico que persiguió al estoico pueblo sanjuanino''. Lo demuestran la revolución del 21 de febrero de 1934 contra su segundo gobierno, la última en el siglo XX, protagonizada por sanjuaninos a sangre y fuego. Es imposible pretender sintetizar toda esa agitada etapa que tuvo a Federico y Aldo Cantoni como principales actores y hundió muy hondo en la historia de la provincia.


A esta altura y a pesar de la brevedad de este repaso, pensamos si la juventud de hoy se preguntará quién fue ese incitador de pasiones; ese político al que los votos le abrieron las puertas de la prisión y, que desde la cárcel pasó a gobernar San Juan. Se preguntará quién fue ese emprendedor que vino a crear la infraestructura educativa, hospitalaria, agrícola, turística, vial, de irrigación y de diversificación para que San Juan se desarrolle. Que vino a ocupar el lugar que la época le tenía reservado, un vacío, un espacio que sobrepasó con su avasallante personalidad. Que fue capaz de emocionar hasta el delirio a multitudes y que iba al frente, a pecho abierto, desbordando coraje en las buenas o en las malas.


Horacio Videla en su "Historia de San Juan'', resumida, dejó su pensamiento que no ha perdido vigencia, a raíz de fallecimiento de Federico, el 22 de julio de 1958: "Federico Cantoni acertó y se equivocó varias veces y otras tantas se rectificó con lo que dio madurez a su espíritu, cuando la muerte lo arrebato a una provincia que aún podía esperar de él, en un país descabezado de dirigentes''. En verdad, Lencinas hablaba en serio: El león ruge.

Por Carlos H Quinteros  -  Periodista