La huelga de hambre del opositor cubano Guillermo Fariñas atrae la atención mundial por su desafío al régimen de los hermanos Castro. En una entrevista que le hice esta semana me sorprendió la modestia de sus demandas, y sus bajas expectativas. Fariñas, un psicólogo y periodista de 48 años cuyo padre fue un revolucionario que combatió junto al Che Guevara, y que él mismo fue soldado cubano en Angola, no cree que haya cambios en Cuba mientras Fidel y Raúl estén vivos.
Los cambios se iniciarán cuando asuma la siguiente generación de los Castro, dijo, señalando que muy probablemente los hijos de Fidel y Raúl serán los próximos gobernantes. Y las demandas de Fariñas para levantar su huelga de hambre -está en un hospital de Santa Clara- no incluyen la renuncia de Raúl Castro, ni un llamado a elecciones, ni siquiera la liberación de más de 200 presos políticos encarcelados por expresar sus opiniones. "Mis exigencias son mínimas: que por favor ponga en libertad a los 26 prisioneros de conciencia más enfermos, diagnosticados por los propios médicos militares, que han recomendado la licencia extrapenal para que puedan recuperarse", dijo Fariñas. "Ninguno va a poner en peligro la estabilidad del gobierno, porque están tan enfermos que tienen que dedicarse más a su salud que a hacer política", agregó.
¿Raúl Castro afirma de que el disidente Orlando Zapata, quien murió tras una huelga de hambre de 83 días el 23 de febrero, y usted mismo, son "criminales comunes" y "mercenarios" de Estados Unidos y Europa?, pregunté. "Para el gobierno no existe un solo opositor legítimo. En su concepción, todas las personas que se les oponen son delincuentes comunes. La acusación de mercenarios, intenta presentar un conflicto entre Cuba y potencias extranjeras, pero este es un conflicto entre cubanos", afirmó.
Agregó que "mientras esté esta generación de castristas, no va a haber cambios de ningún tipo. Esta generación tiene las manos manchadas de sangre. Recuerde que la revolución supuestamente venía a restablecer la democracia y corrió mucha sangre. Ellos no pueden hacer cambios porque saben que tienen que rendir cuentas ante los que traicionaron", dijo.
Según Fariñas, lo más probable -"Dios quiera que sea así"-, es un proceso de cambios que se iniciará cuando mueran Raúl y Fidel Castro y sus hijos ocupen sus cargos. "Esto es una dinastía familiar. Están preparando al (hijo de Raúl) coronel del ministerio del Interior Alejandro Castro Espín y al (hijo de Fidel) doctor Antonio Castro Soto del Valle para asumir el poder. Ninguno de ellos tiene las manos manchadas de sangre. Entonces, podrían tratar de hacer algunos cambios; ambos aparecen junto a Raúl en los actos oficiales, hablándole al oído, y los ministros ya no se reúnen con Raúl sino con Alejandro o con Antonio, que son una especie de secretarios ejecutivos".
Mi opinión: La fuerza del mensaje de Fariñas -y el de las Damas de Blanco, que marchan en La Habana para reclamar la liberación de familiares- es la modestia de sus demandas, y su énfasis en que nada de lo que piden supone una amenaza para el régimen. Son opositores pacíficos que desenmascaran la verdadera esencia del gobierno de los Castro: una dictadura tan insegura de su legitimidad que no sólo prohibe elecciones libres, sino que ni siquiera permite que unos pocos prisioneros políticos agonizantes puedan irse a sus casas.