Nadie lo había imaginado nunca. Era imposible pensar que Fidel Castro pudiese un día visitar Galicia, España, la tierra natal de su padre. Sobre todo porque viajaba muy poco al exterior, y además porque Galicia después de la dictadura de Franco, estuvo mucho tiempo gobernada por el partido conservador y en particular durante quince años ininterrumpidos por Manuel Fraga Iribarne, patriarca de la derecha española y fundador del Partido Popular, que llevó a José María Aznar al gobierno y que hoy sigue conduciendo el país de la mano de Mariano Rajoy. Pero un buen día, Fraga, el mismo exministro de Franco y vicepresidente del primer gobierno de la monarquía restaurada, a dos años de haber asumido la presidencia de la Junta de Galicia, decidió invitar a Fidel, declararlo "gallego ilustre" y homenajearlo por todo lo alto. Así, un declarado anticomunista y anticastrista para mayores datos, daba la bienvenida al jefe de la revolución de Cuba, con el fin de que liberara a un puñado de gallegos presos en las cárceles de la isla. Era el lunes 27 de julio de 1992, en pleno año del Quinto Centenario del "Encuentro entre dos Mundos" o Descubrimiento de América. Durante 48 horas, Castro disfrutó de la tradicional cordialidad gallega, con visitas a lugares históricos, comenzando por la Catedral local, donde Fraga lo ilustró sobre el Pórtico de la Gloria e historia gallega, además de conocer lo mejor de la gastronomía local y jugar al dominó. Pero lo más importante para Fidel fue visitar Láncara, el pueblo donde nació su padre Ángel Castro Argiz. Apenas llegó se alojó en el hotel de 5 estrellas "Araguaney", donde habló 35 minutos con concejales y vecinos de corporaciones locales, terminando su discurso con su habitual "Patria o muerte". Luego, un paisano gallego le regaló un caballo, que días después era embarcado hacia La Habana. Rescato además de mi crónica de entonces, que vi, en esa primera jornada, a un Fidel muy relajado y feliz, de apariencia muy saludable y con sobradas energías, lo que se contradecía con la nube de latosos guardaespaldas cubanos que no lo dejaban un instante y que debimos soportar, no sin molestias, los periodistas y el público en general que se acercaba a saludar al visitante. 


Esta visita del entonces presidente cubano y su comitiva se produjo en dos aviones. Llegaron en la mañana del citado lunes 27 de julio al aeropuerto local de Lavacolla, donde fueron recibidos por el presidente Fraga, los miembros de su gobierno y consejeros del Legislativo. Todos esperábamos el clásico abrazo, a pesar de las inmensas distancias ideológicas que había entre ambos presidentes, pero sólo hubo un prolongado apretón de manos, breves palabras y su ascenso a un Mercedes Benz que lo esperaba para trasladarlo al hotel y luego al primer acto en la plaza de Santiago de Compostela donde lo esperaba un millar de personas. Luego de dos jornadas, se fue a la media noche en silencio, con el detalle de que había descendido de una de las aeronaves y para regresar utilizó la otra, dentro de la estrategia que durante toda su vida pública se tuvo en sus viajes oficiales. Los jefes de seguridad del visitante pidieron que en la despedida no hubiera nadie del gobierno local ni vecinos, para hacer más "despistable", decían, la partida. Y así fue. 


En la sede del Gobierno gallego estampó su firma en el Libro de Oro, que en estos días de su muerte a los 90 años, fue fotografiada y publicada profusamente. 


Las actividades que desarrolló Castro en aquella visita histórica para los gallegos y españoles fueron numerosas, pero se dilataban mucho por el celo de la seguridad en torno a su persona. Pero el momento más emotivo para él fue llegar a Láncara, pueblo natal de su padre, enclavado en la montaña de la provincia de Lugo, y a la casa que habitó éste antes de partir hacia Cuba con 17 años. La vivienda, semidestruída por el tiempo, era de adobe, hierro y madera y con las características de las del lugar, dotada de un espacio generoso para animales y chacra. Lo primero que se le ocurrió decir a Fidel es que era un honor para él que la casa de sus padres no fuera un palacio sino "una choza muy humilde", a pesar de que sus padres gozaron de cierta tranquilidad económica, según contaban antiguos vecinos. 


De todo esto, lo más importante fue la lectura que hicieron de la visita analistas políticos y dirigentes de todos los partidos, tanto en Galicia como en Madrid. Se llegó a la conclusión que había sido un encuentro "contra natura" por la lejanía ideológica de uno y otro líder pero que el español Fraga había logrado que el líder cubano excarcelara, apenas regresar, a una veintena de ciudadanos gallegos, presos políticos en Cuba que no simpatizaron con el castrismo, que allí habían sido acusados de delitos "contra la seguridad del Estado de Cuba". 
 
Luis Eduardo Meglioli, Periodista. Exredactor de la agencia española Europa Press R.