El habla es la expresión más reveladora del ser humano porque es el continente donde se unen el pensamiento y la acción.
La forma de expresarse revela la identidad socio-cultural de una persona, denota su pensamiento y su forma de ver la vida, sus aspiraciones, preocupaciones y o sus indiferencias. La palabra hace de puente entre el ser humano y sus contenidos mental, moral y espiritual.
Los desbordes de quien ostenta una jerarquía superior sorprenden, aunque sean en una tribuna. En un discurso pronunciado en Lomas de Zamora ante más de mil cooperativistas, se escuchó "acogotarnos", "minga", "para el frenchi", "pifiar" y "tranco de pollo". Las palabras son símbolos, reveladoras de conceptos, de cultura y de la identidad de los hablantes. Su contenido permite ciertas asociaciones cognitivas, hacen de agentes del conocimiento. Cuando en el sistema educativo se enseñaba a hablar y escribir bien existe una garantía de cultura. Ahora se advierte un descenso cultural cuya recuperación dependerá exclusivamente de las instituciones educativas y de los docentes. El cambio generalizado en el lenguaje es el resultado de un cambio social y del desarrollo de tecnologías que usan niños y adolescentes, por ello se hace más difícil encausar el idioma.
Históricamente el lenguaje se modifica según los ciclos de vida. No es una simple ecuación, pero aún cuando el lenguaje siga los cambios sociales, la estructura debe ser respetada tanto como el significado fundamental de la palabra. En los idiomas anglosajones son principios sagrados. Jamás se le ocurriría cambiar el orden estructural de una frase, porque la base de todas las expectativas que genera el habla es la educación.