Francisco ya es una piedra en el zapato. Catequiza con el ejemplo y busca generar confianza con la autocrítica, a sabiendas que la Iglesia, por obra de obispos corruptos y curas pederastas, debe reencontrar su dignidad para enseñar.

En su búsqueda por una Iglesia humana y ejemplar, el Papa reparte deberes y obligaciones, pero recorta privilegios. De un plumazo cambia a obispos en la cúspide vaticana, pide a los curas no ser burócratas de la Fe, a los jóvenes desafía a ser revolucionarios, a los gay se excusa de juzgarlos. Y pide terminar guerras comerciales y con la "’globalización de la indiferencia”, ante la desigualdad y la injusticia.

Con su preferencia por los pobres, Francisco revitalizó la libertad de expresión y la discusión teológica, creando natural animadversión entre la curia más conservadora y la liberal. Su próxima encíclica, "’Bienaventurados los pobres”, motivará amplio diálogo y espacios para todas las ideologías dentro de la Iglesia. No es casualidad que el peruano Gustavo Gutiérrez, fundador de la teología de la Liberación, fuera recibido por Francisco, mientras que el L’Osservatore Romano, comentara en amplitud su libro "’De parte de los pobres”, que escribió con el alemán Gerhard Ludwig Müller, ahora prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe.

Esto muestra que la reforma en la Iglesia es profunda y que no se queda en lo administrativo, en arreglar los asuntos del banco del Vaticano o en crear una cultura eclesiástica más austera. Quizás, el cambio más audaz deviene del nombramiento de Pietro Parolín como secretario de Estado, en lugar del cuestionado Tarcisio Bertone. Más allá de las connotaciones políticas de la designación, sorprendió que Parolín, antes de despedirse como Nuncio Apostólico de Venezuela, abriera las puertas a la discusión postergada del celibato obligatorio, al que definió de cuestión no dogmática, sino de simple tradición que se remonta al año 390 de nuestra era.

La admisión del tema es un duro golpe para los más conservadores y, tal vez, es la forma que Francisco utilizará para lanzar piedras e incentivar discusiones que muestren que la Iglesia está viva y no apagando fuegos. No es casual, que en su entrevista con el periódico jesuita La Civilitta Católica, Francisco haya asumido otros temas también controversiales como la "’obsesión” de la Iglesia contra la homosexualidad y el aborto o que haya pedido paciencia y tiempo para ver cambios doctrinarios que tendrán que ver con la nulidad del matrimonio, cómo dar la bienvenida a parejas de divorciados y el papel de la mujer en la Iglesia, a la que le da un papel fundamental como el de María.

Esta polvareda demuestra que Francisco no es apariencia, sino verbo y acción. Un cura revolucionario y renovador que insufló nueva vida a la Iglesia; pero también un cura incómodo, que desafía a repensar prejuicios y doctrinas que aprendimos en escuelas, parroquias y en la catequesis.