Reconocidos. El argentino Sergio Agüero, el goleador histórico de Manchester City, uno de los clubes que tienen amplio reconocimiento en el fútbol inglés.

La Ley Bosman cambió el fútbol. Todo empezó cuando un oscuro y olvidado jugador, el volante belga Jean-Marc Bosman, llevó al Tribunal de Justicia de la Unión Europea su caso. El club al que pertenecía, el RFC Lieja, le ofrecía una renovación contractual muy inferior al contrato que tenía y el jugador, al rechazarlo, es declarado transferible con una cláusula de rescisión de unos 400.000 euros actuales.

Un modesto club francés de la segunda división, el USL Dunkerke, se interesó por el jugador pero se negaba a pagar la indemnización exigida por el Lieja a pesar de haber finalizado el contrato. Bosman se sintió vulnerado en sus derechos y sus abogados adujeron que por el Tratado de Roma de 1957 -que establecía la libre circulación de los trabajadores europeos dentro del espacio de la Comunidad Económica Europea- el jugador debía ser liberado, situación que contempló el tribunal que, acto seguido, declaró ilegales todos los cupos de jugadores extranjeros que fueran comunitarios dentro de los países de la Unión.

Esta sentencia, tras su inmediato impacto, impulsó las ligas europeas. Por ejemplo la liga española comenzó la temporada 1995-96 realizando un gasto de apenas 30 millones de euros en incorporaciones y con solo 92 extranjeros y comenzó la siguiente -con una inversión de 170 millones y 199 jugadores foráneos- incluidos los de la UE, lo que inspiró el pomposo nombre de "Liga de las Estrellas" que recibió a partir de entonces.

En el caso de la liga inglesa, ésta ya había impulsado una transformación previa con la creación de la Liga Premier o Premiership, en la temporada 1992-93, lo que sumado a la "sentencia Bosman" permitió la internacionalización de los clubes, las plantillas de jugadores, los directores técnicos y las inversiones que comenzaron a llegar desde todo el mundo.

Si bien todos los equipos se vieron beneficiados con esta transformación, solo seis son los que en verdad disputan la Liga Premier con posibilidades de ganarla, los Manchester United y City, Liverpool, Chelsea, Arsenal y Tottenham Hotspur, los demás son la comparsa necesaria que acompaña y que, con algún resultado sorprendente, pueden colaborar en la definición de la lucha entre los poderosos y hasta darles alguna sorpresa, como lo demuestra el hecho que el Leicester, propiedad del grupo tailandés King Power International, lograra salir campeón con un plantel muy humilde en la temporada 2015-1016 de la mano del italiano Claudio Ranieri.

Estas transformaciones dejaron atrás los tiempos en que los equipos se identificaban con los colores de la ciudad o con ídolos locales. Hoy las necesidades del marketing y la venta del merchandising imponen condiciones que hasta llevan a la deslocalización de los clubes. Por ejemplo, en la reciente final de la Europa League, el segundo torneo europeo, jugada entre el Chelsea, a la postre el campeón, y el Arsenal, solo mostró a un inglés entre los 22 jugadores iniciales que pisaron el campo.

Se trataba de Ainsley Maitland-Niles, una joven promesa de ascendencia afrocaribeña que presentaron "the gunners", como se lo llama al Arsenal, un club que nació de la mano de los obreros de la Royal Arsenal, una importe y antigua fábrica de armamento que se mudó en 1913 desde Woolwich, al sudeste de la ciudad de Londrés, a Highbury, al norte de la misma, donde construyó su estadio y desarrolló su historia durante casi un siglo. Pero las nuevas exigencias impulsaron cambios. El poco lucido Arsenal llevó adelante, con el cambio de época, la llegada de capitales locales, como los de Danny Fiszman y los de la familia Bracewell-Smith, y extranjeros, como el uzbeko Alisher Usmanov y sobre todo del grupo empresarial estadounidense Koenke Sports & Entertainment, una definitiva transformación que se vio reflejada en el juego del club con el desembarco del técnico francés Arsene Wenger. Las exigencias de los inversores llevaron a que incluso el Arsenal, si bien se mantuvo en el distrito de Islington, cambiara su estadio desde Highbury a Hollowey y denominándoselo Emirates Stadium debido a la esponsorización de esta aerolínea de dubaití. Y si bien el traslado fue a una corta distancia, apenas unas cuadras, fueron las suficientes como para que pasara del barrio de Highbury al de Hollowey y para convertir su antiguo y tradicional Arsenal Stadium en un exclusivo complejo residencial donde cada departamento cuesta casi 700.000 libras esterlinas.

El Chelsea siguió obligadamente el mismo camino. Se convirtió en propiedad del millonario ruso-israelí Román Abramóvich que supo sacar provecho de la disolución de la ex URSS al quedarse con la empresa petrolera Sibneft -que luego vendió al gigante estatal Gazprom- para pasarse luego al mundo del acero, el paladio y el níquel. A Abramóvich, muy cercano a presidente ruso Vladimir Putin, recientemente el gobierno británico decidió no renovarle la visa en el marco de la ruptura de relaciones entre Londres y Moscú tras el envenenamiento del espía ruso Sergei Skripal y de su hija Yulia en la ciudad de Salisbury en marzo de 2018, por lo que lleva más de un año sin poder ver jugar a su equipo en la liga local.

Fue el propio Chelsea de Abramóvich el generó la inflación y los precios exagerados en el fútbol con sus contrataciones y quizá sea la Liga Premier la que ahora, Brexit mediante, genere una caída de esos mismos precios si debe vender progresivamente una gran cantidad de jugadores a equipos europeos o a ligas en crecimiento -como las estadounidense o la china- como consecuencia del nuevo escenario.

Por lo pronto, desde que se votó la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea en junio de 2016, se ha producido una caída del 20% del valor de la libra esterlina, lo que hace que los jugadores europeos y extranjeros les resulten más caros a los ingleses. A todo esto habrá que sumarle que la FIFA prohíbe la compra de jugadores menores de 18 años, exceptuando las que se realicen entre los países del Espacio Económico Europeo -EEE- que integran los miembros de la Unión Europea y los de la Asociación Europea de Libre Comercio, por lo que es de esperarse que se detenga el fichaje de jóvenes promesas que luego podrían ser grandes estrellas, como fue el caso de Cesc Fábregas o más recientemente Paul Pogba, lo que acabaría con una parte importante del semillero de los clubes ingleses.

Otro punto débil es la persistencia de una norma restrictiva para la contratación de jugadores extranjeros. Y es que aquellos jugadores que no sean de la EEE deben acreditar un "currículum" que incluye haber jugado el 30% de los partidos por la selección de su país, siempre que esté entre las mejor ranqueadas y hasta un 50% para aquellas selecciones consideradas de segunda línea para poder acceder a la Premier. 

También se verían afectados los derechos televisivos, ya que una Premier sin tantas estrellas deberá ser negociada con un precio a la baja en los futuros trienios, lo que redundaría en menos dinero para los clubes que además se verían afectados por una menor recaudación en venta de entradas y merchandising y, en general, se disminuiría el impacto cultural global que esta Liga tiene y que ya había superado a su mayor competidora, "La Liga Santander" española. 

Pero ahora la pregunta es si los equipos ingleses, que atraviesan su hora más gloriosa, podrán seguir siéndolo tras el Brexit. Y es que los jugadores de los países que integran la Unión Europea pasarán a convertirse en extranjeros justo en el momento en que la Liga Premier exigía a sus equipos reducir el número de los extranjeros de 17 a 12. Quizá, a la larga, este proceso termine beneficiando a los jugadores ingleses que casi han desaparecido de su propia Liga. Un estudio reciente demostró que los ingleses apenas disputan -en promedio- el 35% del tiempo de los partidos de la máxima categoría, el peor número desde que se creó la Liga Premier.

La Ley Bosman y las grandes inversiones acabaron con una era del fútbol, la del fútbol tradicional donde jugadores y colores identificaban a una ciudad o una barriada. Quizá el Brexit acabe con la Ley Bosman en Inglaterra y sea el inicio de una nueva era más modesta, en donde esta doble final jugada por cuatro clubes ingleses haya sido el canto del cisne de la Liga Premier.