La acumulación en la atmósfera de gases de efecto invernadero, por la acción del hombre al alterar el equilibrio de los ecosistemas, hará inevitable que la humanidad soporte un futuro cada vez más cálido, pero también con el impacto de tormentas de gran violencia, como el tifón Haiyan que arrasó Filipinas, según predicciones de la Organización Meteorológica Mundial.
Un informe publicado en Ginebra por el organismo de las Naciones Unidas, no deja dudas acerca de las discusiones planteadas al comienzo de la década actual, cuando se lanzó a nivel internacional un alerta de emergencia climática que reclamaba a los gobiernos del mundo, y en particular a las naciones desarrolladas, replantear sus políticas industriales y matrices energéticas, para evitar los problemas meteorológicos y de contaminación ambiental que el mundo padece ahora en forma creciente.
Para el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU, las conclusiones de los estudios sobre el cambio climático apuntaron al ser humano como el principal causante del calentamiento global a partir de 1950, con una curva ascendente que lo sitúa en un 90% en esta evaluación, medio siglo después.
Pero las temperaturas son sólo una parte del cambio climático del planeta, porque también se registran variables extremas con fenómenos atípicos, caso de sequías, crecidas y precipitaciones inusuales, o fuertes heladas tardías como las que causaron estragos en nuestra provincia.
Los ciclos naturales conocidos como El Niño y La Niña, dos fenómenos que condicionan fuertemente las variables climáticas, vienen teniendo comportamientos herráticos, o directamente no tienen una presencia periódica y puntual. Esto viene sucediendo lamentablemente con gran incidencia en nuestra región por la ausencia de precipitaciones níveas en la alta cordillera, una situación de sequía íntimamente vinculada a las variaciones sin precedentes observadas en los últimos años.
Los fenómenos adversos extremos ya no deberían sorprender, como ocurrió este año con olas de calor récord en Australia e inundaciones desde Sudán a Europa, en tanto Japón tuvo el verano más caluroso del que se tienen registros en ese país. Se suma un paulatino y preocupante aumento del nivel de los océanos, por el derretimiento de los casquetes polares.
