La V Cumbre de las Américas, celebrada recientemente en Trinidad y Tobago, ha dejado una estela de esperanza y optimismo para Latinoamérica. Es posible pensar que se avizora un nuevo horizonte para las relaciones de nuestra región con los Estados Unidos, y sobre todo, que estamos frente a la oportunidad de ingresar en un nuevo orden regional.
Los jefes de Estado allí presentes coincidieron en la necesidad de darle una nueva impronta a la relación entre América latina y Estados Unidos, dejando atrás el registro conflictivo que rigió las relaciones mutuas.
El tema que sobresalió en este sentido, tal vez por el anacronismo del bloqueo económico, fue la ratificación por parte del presidente Barack Obama de que cambiaría la política hacia Cuba. Este sería un gran avance, materializado en hechos concretos, en vistas al futuro de América latina y su relacionamiento con Estados Unidos.
Asimismo, quedó claro que Latinoamérica ya no admitirá postergaciones en la agenda norteamericana. Un cambio que comenzó a gestarse en la Cumbre anterior, realizada en Mar del Plata, cuando los distintos países rechazaron el ALCA y el paradigma ideológico que sustentaba dicho proyecto regional. Incluso, podríamos decir que se inauguró allí una nueva forma de situarnos como región frente al mundo, fundamentalmente en base a nuestras propias ideas y experiencias.
Cuatro años después el mundo ya no es el mismo; se suscitaron cambios profundos. La inmensa crisis que aqueja al mundo dio muestras de la necesidad de reivindicar el protagonismo estatal frente a la mano invisible del mercado, propugnada por las doctrinas económicas que promovieron los organismos multilaterales de crédito para nuestra región durante la década pasada. Afortunadamente hoy, en América latina encontramos líderes "políticos", con una fuerte voluntad para construir un mundo más justo, donde la lucha sea contra la pobreza y la exclusión social.
Para alcanzar estas metas resulta sumamente necesario construir un nuevo orden regional en el que nos relacionemos desde la colaboración y la cooperación, y no desde la subordinación. La integración es el gran desafío que tenemos por delante y para ello será vital preservar nuestras soberanías nacionales, rechazando toda injerencia externa en los asuntos domésticos. Este es el espíritu del planteo que los presidentes de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) le hicieron a Obama en la reunión que mantuvieron en el marco de la Cumbre y en pos de esos objetivos continuarán trabajando.
