Carlos Gardel tenía por costumbre referirse jocosamente a las guitarras llamándolas "escobas”, una denominación que en ocasiones trasladaba a los mismos ejecutantes de este instrumento que resultó tan criollo como fue luego también el bandoneón. Los guitarristas, o "escobas”, que acompañaron a Gardel en su primer época fueron Guillermo Desiderio Barbieri, Angel Riverol y el "Negro” Ricardo, siendo este último reemplazado por José María Aguilar, que finalmente resultó ser el único sobreviviente de la tragedia de Medellín.

Para quienes gustamos del tango y, en particular, nos consideramos admiradores irrenunciables del Zorzal, la figura más popular del trío de guitarras ha sido Guillermo Desiderio Barbieri no sólo por ser autor de numerosas piezas musicales incluidas en el repertorio del cantor tanto como en las mejores orquestas que le sucedieron sino, además, por ser padre de un muy conocido actor cómico que veíamos a mediados del siglo pasado en teatros de revistas y luego en televisión, y abuelo de una actriz o vedette que todavía hoy encontramos actuando en los mismos medios.

Guillermo Desiderio Barbieri nació en Buenos Aires en septiembre de 1884, en el barrio de San Cristóbal. Ya desde chico evidenció un gran interés por la música, integrando en la década del 20 un dúo criollo con el "Tanito” Luciano Gardelli (¿sería una premonición?). Según declaraciones a una revista uruguaya, el mismo Barbieri comentaba que conoció a Carlos Gardel y a José Razzano en 1919 en un stud, cuando el grupo festejaba el triunfo de un caballo representante de ese lugar. Al día siguiente de esta reunión artístico-burrera Razzano lo fue a buscar para proponerle acompañar al dúo que ya se estaba haciendo famoso.

En los comienzos de su actuación en Montevideo acompañaba al dúo Gardel – Razzano junto al "Negro” Ricardo, llegando al disco en 1921 su primer obra, el tango "Los Ruiseñores”, interpretado por la orquesta de Roberto Firpo. Al disolverse el dúo a fines de 1925 luego de una última actuación en Rafaela en el cine-teatro Colón, Barbieri se queda en Buenos Aires mientras el Zorzal viaja a Europa en octubre de ese mismo año acompañado sólo por Ricardo. Al regresar el conjunto criollo a comienzos de 1926 Guillermo Barbieri se reintegra y participa en todas las actuaciones de Gardel, así como en las ya por entonces muy numerosas grabaciones discográficas integrando un conjunto de "escobas” junto a Pettorossi, Vivas y Riverol. Solamente existió un período en el cual Gardel actuó sin sus guitarristas, cuando partió nuevamente hacia Europa en octubre de 1931.

Al regresar el Zorzal a Buenos Aires reorganiza el grupo musical que debía acompañarlo en su nueva etapa, reuniendo al mismo cuarteto de guitarras. Para el año 1933 tiene lugar la última presentación de Gardel en el Río de la Plata y, estando ya en Nueva York hacia fines de 1934 solicita el concurso de sus guitarristas, por lo cual viajan en enero del ’35 hacia el norte Riverol, Aguilar y Barbieri por la entonces clásica vía marítima.

Cuando se produce la tragedia en Medellín en junio de aquel año fallece todo el grupo con excepción de José María Aguilar, que salva su vida pero queda incapacitado para continuar su profesión.

Barbieri se distinguió particularmente como autor, registrando el mismo Gardel 35 temas con un total de 41 versiones, pues varios de ellos los repitió hasta tres veces como el hermoso vals "Rosas de otoño”, que grabara en 1923 para hacerlo otra vez en 1928 y en 1930.

Otras obras clásicas de singular belleza que todo amante del tango aprecia son "La novia ausente” y "Anclado en Paris”, ambas con letra de Enrique Cadícamo, así como "Viejo smoking” junto a Celedonio Esteban Flores, que no hubo solista ni orquesta argentinos que se preciaran de tales que no los incluyeran en sus repertorios.

Guillermo Desiderio Barbieri fue la "escoba” de Carlos Gardel más consecuente, pues lo acompañó durante 14 años y grabaron juntos centenares de versiones en los 30 estilos musicales que nuestro Zorzal supo cantar, desde shimmys y fox-trots hasta rancheras, pasodobles, zambas, tonadas, rumbas, gatos y, desde luego, valses y tangos. Tan consecuente que lo acompañó inclusive en la cita que tenían con el destino.