El paso de una tormenta que pudo haberse tornado en huracán, nos hizo volver a sentir el temor de levantarnos un día en un país distinto al que nos acostamos. Felizmente no pasó de un susto que, en todo caso, vino bien para mostrarnos rostros y situaciones del pasado que preferiríamos no volver a ver ni a vivir. La crisis cambiaria fue conjurada por la acción simultánea del Banco Central y el Ministerio de Finanzas dejando como héroes de ese combate a los titulares, Federico Sturzenegger y Luis Caputo, uno poniendo a la venta nada menos que 5 mil millones de dólares a 25 pesos y el otro ampliando la emisión de Bonos del Tesoro con tasa fija con vencimientos a 2023 y 2026. Este último movimiento inesperado y jugado a mitad de rueda hizo volver capitales que se habían ido y bajó rápidamente el valor del verde por exceso de oferta en un solo día. La tranquilidad de mediano plazo que se espera pueda consolidarse con el crédito del FMI, y nos permite volver a las cosas cotidianas y ocuparnos de lo más sencillo que también debe ser resuelto. Los directivos de las más grandes agrupaciones empresarias del país reunidos este viernes en San Juan en el B20 fueron contundentes en afirmar que la situación se sobreactuó.

Abordaremos pues, el tema del gas. Desde hace tiempo, desde que comenzó la cuantiosa entrega de viviendas por el IPV, vemos en la Avenida I. de la Roza largas colas frente a Ecogas. Esto se ha incrementado y lo seguirá haciendo a medida que comiencen a apretar los fríos. Imposible entender que mucha gente se agolpe para tener una copia de su factura. Han recibido el aviso de corte pero no el comprobante que permite pagar. ¿Alguien podría explicarlo? Pero, además, están gasistas matriculados o individuos propietarios que imploran por verificaciones de instalación o algún otro trámite que acelere el poder disfrutar del gas "natural", ese combustible tan cercano a nuestra vida cotidiana. Las quejas son violentas, los profesionales relatan que el papelerío suele demorar desde varios meses hasta extremos de uno o más años, otro tanto las verificaciones domiciliarias que deben ser rigurosas y a veces son exageradas, que se han cambiado códigos sin sentido en los últimos años y que son ellos quienes pagan el costo de poner la cara ante los clientes por demoras que nadie entiende. Hay varias explicaciones posibles que debemos imaginar sobre todo cuando la empresa se niega a dar la cara y no se conoce palabra oficial sobre la situación. Una de ellas, bastante probable, es que la existencia monopólica del servicio de control induce a que se generen "ventanillas" especiales que seleccionan con criterios totalmente arbitrarios a los felices elegidos. Otra, que el grado de ineficiencia e impericia de la empresa es extremo o no contratan personal suficiente. La más firme, que en realidad no hay gas para distribuir y que las demoras son deliberadas, si conectaran todo lo que se pide, no habría gas suficiente para nadie, ni para los que ya están conectados que sufrirían la falta de presión en las hornallas. Estuvo de por medio el intento de la provincia de crear una empresa distribuidora propia para abastecer a las localidades alejadas que, dada la escasa cantidad de futuros clientes y las largas distancias a recorrer con cañerías, no son rentables. Aquel intento habría resultado inútil por la misma razón, la carencia de materia prima, el gas, que por falta de inversión en exploración de nuevos pozos durante los años en que se dispuso fijar precios desde el Estado, debimos comenzar a importar cuando antes lo exportábamos a Chile. Como bien dice un aviso en los medios, las mismas cañerías por las cuales sacábamos gas ahora se usan para traerlo. Importamos gas teniendo uno de los más grandes yacimientos del mundo.



Por otra parte es bueno recordar que la distribución de éste y otros servicios públicos como la electricidad, el agua, el saneamiento y pocos más, son los que se llaman "monopolios naturales". Esto significa que, por su especial característica, contravienen la lógica de otros productos en el mercado, para los cuales mientras más competencia hay es mejor, todos se obligan a ser más eficientes y a bajar los precios. Aquí eso no va. Los monopolios naturales lo son porque resultaría mucho más caro tener varias compañías prestando el servicio siendo necesario instalar, todas las cañerías para que llegara el fluido. Imaginen una casa rodeada por múltiples tuberías de gas o de agua o cables de electricidad para que cada hogar pudiera elegir alternativamente a la compañía más barata. Que no lo sería, porque como hemos dicho antes, se da la paradoja de que mientras más competencia, el resultado es peor, más caro. Esa característica de monopolio es la que se debe compensar con los entes reguladores que hacen las veces de empresas ficticias y van exigiendo a cada compañía mayores niveles de eficiencia. De haber moneda constante, en realidad los precios con el tiempo deberían tender a bajar y no a subir. Pero, claro, la inflación tapa todo. Para cerrar el círculo de transparencia, los acuerdos de precios se deben establecer en audiencias públicas, espacio casi académico donde se esperan debates vacíos de tonteras y llenos de números concretos: costos de mantenimiento, materia prima, gastos administrativos, inversiones según el programa de extensión de las redes etc. Vayamos al grano ¿Qué tiene que hacer el Parlamento en la fijación de una tarifa que ya ha pasado por todos estos filtros e incluso después de haberse sancionado el presupuesto del año? Nada. Un precio no puede ajustarse al sueldo del usuario o sus variaciones (me niego a escribir "aumento" porque en realidad no lo son). Vayamos a la hipótesis que un viejo programa cómico tituló: "Argentina año verde". Desaparece la inflación y los sueldos suben por la razón natural, que sería una mayor productividad de la economía. Por otra parte los costos del gas bajan por descenso de precio de materia prima y mayor eficiencia de las empresas. ¿El precio debería seguir subiendo por el hecho de haber subido los salarios? Imaginen si el criterio se expandiera a otros artículos de consumo masivo. Nunca se podría alcanzar el ideal de incrementos reales de salario que, por ejemplo, sí se han visto en una parte de la economía de San Juan en estos años, la economía minera. Bajo nivel de políticos que levantan la mano según convenga a sus intereses de sector o a sesgos ideológicos desprovistos de racionalidad. Tarifas, cuestión a resolver, más aun cuando la reciente devaluación prácticamente ha anulado gran parte de la recuperación reciente. Después de la tormenta, hay que poner manos a limpiar la casa.