En oportunidad de hablar en la puesta en marcha de una fábrica de lavarropas, la presidenta de la Nación, Cristina de Kirchner señaló que gracias al modelo de industrialización y valor agregado para sustituir importaciones, el índice de desocupación descendió, en el último trimestre de este año del 7,9% al 7,2%, respecto a igual período de 2012.
La satisfacción manifestada por la jefa del Estado se limitó a ponderar al área fabril como el motor de una política activa para "’lograr que jóvenes argentinos tengan su primer trabajo industrial”, afirmó, sin tener en cuenta que el campo produce uno de cada tres empleos en la Argentina y más aún la cadena agroindustrial, que es una de las mayores creadoras de puestos de trabajo no obstante carecer de estímulos fiscales y económicos, según recientes estudios privados.
Se afirma que el 36% de la mano de obra rural pertenece a la agroindustria, de manera que por cada uno de los 1.158.600 puestos de trabajo directos en la etapa primaria, se logran 3,83 puestos en otras etapas y sectores de la cadena que llegan a un total de 4.433.700 trabajadores. No obstante, el campo ha sido discriminado del apoyo oficial, por una supuesta insuficiencia en la generación de empleo, pero si se puede revertir la situación mediante políticas adecuadas, porque hay enormes perspectivas de crecimiento. Por ejemplo, en la industria bovina, donde más puestos de trabajo se genera, actualmente trabajan 206.000 personas, y en 2020 podrían llegar a 250.000; en la cadena de trigo, con 146.000 trabajadores, podría sumar 70.000 más para 2020, y en la láctea, que ocupa a 80.000 personas, se llegaría a las 120.000 al final de la década con medidas que contemplen infraestructura y servicios básicos.
Es imposible pensar en alcanzar una producción superior a los 100 millones de toneladas de granos, sin caminos, logística, ni puertos adecuados. Y mucho más si se eliminaran los problemas para colocar la producción del agro en mercados externos y las continuas regulaciones que crean imprevisibilidad para la inversión.
El modelo de industrialización para sustituir importaciones, destacado por la Presidenta, podría tener un complemento mucho mayor si lo aplicara también al campo, pero sin castigarlo con regulaciones caprichosas, retenciones que son exacciones, e impuestos distorsivos. El agro, generador histórico de la riqueza argentina, puede sacar de la pobreza a muchos desempleados que dejarían de ser una carga para el Estado, al reemplazar los subsidios por un trabajo digno.