El resurgimiento de la disputa de España con Gran Bretaña por la soberanía de Gibraltar y la similitud colonialista con la situación de las islas Malvinas y los territorios argentinos ocupados por el Reino Unido, impulsaron un giro inesperado del gobierno de Mariano Rajoy, que busca una estrategia conjunta en los foros internacionales donde se plantean los reclamos.

La atípica posición de Madrid trascendió el mes pasado, con cierta incredulidad de los observadores debido al enfriamiento de las relaciones con Buenos Aires por las dificultades que enfrentan las empresas españolas en nuestro país, pero la impredecible política internacional depara sorpresas cuando hay objetivos superiores.

La confirmación de una causa común por la soberanía de Malvinas y el Peñón de Gibraltar la confirmó en su visita a Uruguay y nuestro país, el ministro de Asuntos Exteriores de España, José Manuel García-Margallo. El funcionario explicó en rueda de prensa que España, por coherencia y por sentido común, podría votar conjuntamente con la Argentina sobre ambos contenciosos, por sus "similitudes enormes”, y adelantó que los foros podrían ser la Cumbre Iberoamericana o las Naciones Unidas.

La óptica española observa que son territorios sujetos a descolonización, por lo tanto no se les puede aplicar el principio de la autodeterminación, esgrimido por el Reino Unido, sino el de la integridad territorial y por ello debe resolverse por la vía de la negociación de los países implicados, es decir Argentina y España en ambos casos, respectivamente, y de acuerdo a las particularidades políticas adoptadas por cada gobierno.

La coyuntura diplomática que explora España la da no sólo por el paralelismo existente de la colonia mediterránea y los territorios australes argentinos usurpados por Gran Bretaña, sino también porque nuestro país ocupa ahora una de las bancas rotativas del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y podría ser el momento de instalar el diferendo con mayor énfasis en el plano internacional.

Pero no le será fácil a España imponer el drástico giro estratégico, porque está atada a la Unión Europea que mira con preocupación el enfrentamiento entre sus mayores socios y busca que no salga del marco de la relación bilateral con Gran Bretaña. Rajoy también tiene un difícil frente interno: la oposición socialista le exigió evitar "aventuras” diplomáticas y resolver el pleito con Londres en el marco de la UE.