La considerable disminución de las ventas al mercado europeo, principal destino de la pesca argentina, más el aumento de los costos internos, precipitan a la actividad pesquera a lo que las empresas califican de crisis terminal, si no median las reclamadas políticas para reactivación al sector.
Se prevé una paralización con graves secuelas sociales, al estar en riesgo unos 40.000 puestos de trabajo en relación directa y otros 25.000 indirectos, concentrados en los puertos de Mar del Plata y la región patagónica. Frente al quebranto, los sindicatos de la pesca están acompañando al reclamo empresario y en concientizar sobre la situación inédita que se presenta en uno de los pilares de la economía del país.
El efecto cascada que se origina por la drástica caída de las exportaciones y las menores ventas en el mercado interno, la soportan las entidades de pesca costera, pesca de altura, exportadores, industriales, congeladores, y demás nucleamientos de la actividad portuaria incluyendo al movimiento patagónico y de tareas de servicios. Los armadores de Mar del Plata, por ejemplo, plantearon puntualmente al ministro de Trabajo, Carlos Tomada, desde este mes está totalmente paralizada la actividad pesquera por no tener dinero para pagar el combustible, pero el funcionario nacional les comunicó que se está trabajando en medidas de auxilio para la reactivación.
Pero más allá de las medidas de fondo que se reclaman y la preocupación porque la gente vinculada está perdiendo el trabajo, el problema pesquero lleva años afrontando dificultades por ausencia de acciones concretas en resguardo de los recursos del mar epicontinental, diezmado por flotas piratas dotadas de elevada tecnología y logística. Los buques pesqueros y los procesadores, verdaderas factorías en alta mar, se mueven en la impunidad al aprovechar la ausencia de controles rigurosos en la delimitación de las 200 millas náuticas.
Es así que en los operativos esporádicos, la Prefectura Nacional ha desbaratado varias maniobras de pesca furtiva, generalmente de flotas asiáticas, apresando a pesqueros y decomisando las cargas gracias a la tarea de vigilancia. La crisis europea es una realidad, como también los costos en dólares que requiere el mantenimiento de los buques argentinos, pero fundamentalmente se trata de la preservación del recurso para impedir la competencia desleal.