Poco antes de las elecciones del 22 de enero último, Israel reconoció un crecimiento del déficit fiscal del 2% previsto a 4,2%, unos 10.440 millones de dólares, pese al aumento del IVA (16 al 17%) y haber recortado los presupuestos ministeriales en septiembre pasado. Pero ahora, el nuevo ministro de Finanzas, Yair Lapid, que acaba de asumir, ha declarado que el desequilibrio fiscal es mucho peor del que esperaba y lo calificó de "monstruoso, ominoso y creciente”, lo que obliga a medidas impopulares como aumentar impuestos, recortar salarios estatales y subsidios sociales, paralizar obras de infraestructura y lo más grave: 1.372 millones de dólares menos para Defensa. También se planea la reducción del servicio militar masculino obligatorio de 36 a 28 meses, el femenino de 24 meses y llevar las jubilaciones masculinas de 67 a 70 años y de 62 a 65 años las mujeres. Aún así, los analistas calculan que hará falta recortar más el gasto público, subir otro punto el IVA para aumentar la recaudación en unos 1.300 millones de dólares, para recién reducir el déficit por debajo del 3%, el tope limitado por ley.

El efecto contagio de la crisis europea golpea a una nación que requiere solidez económica ante los embates que sufre por la inestabilidad política en Medio Oriente, aunque el déficit parece ser un mal que golpea peor a sus vecinos. Caso del déficit de la Autoridad Palestina que empeoro progresivamente y ya el mantenimiento de los servicios esenciales depende de las donaciones internacionales, en particular de la Unión Europea, de la cooperación de Estados Unidos y otras naciones a través de la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados de este territorio. Todo ello genera otra crisis en la convulsionada región.