Si la OMS osaba publicar el informe, EEUU le quitaría los 406 millones de dólares de subvención anual. Pese a que el informe buscaba reducir los índices de obesidad, la diabetes tipo 2 y enfermedades del corazón que se habían disparado en todo el mundo, el informe quedó tapado por la fuerte presión de la industria alimenticia ante la Casa Blanca. 


Fue la primera batalla perdida de la guerra contra el azúcar. La siguiente ocurrió en 2015, con un contexto aún más grave, cuando la obesidad y sus enfermedades colaterales se asumieron como epidemia, siendo una de las que más vidas cobra en el mundo y fagocita los presupuestos de salud de cada país. Aquel año, la OMS emitió un informe más contundente, estableciendo que el consumo de refrescos azucarados aumenta en un 275% el riesgo de contraer enfermedades del corazón. A diferencia de 2003, EEUU respaldó ese estudio y adoptó restricciones contra el azúcar y los carbohidratos refinados en su Guía de Pautas Dietéticas. 


La batalla más reciente ocurrió en octubre pasado. La OMS volvió con una recomendación más decidida, siguiendo pautas ya adoptadas en algunos estados de EEUU. Propuso a los legisladores del planeta aplicar un fuerte impuesto del 20% al consumo y fabricación de bebidas azucaradas, así como antes se aplicó al tabaco y al alcohol. 


La controversia fue inmediata. La industria alimenticia alertó sobre la poca información recolectada respecto a la incidencia de los refrescos en la salud, siendo que en Nueva York y Filadelfia ese tipo de impuestos fue revertido. Por otra parte, la discusión giró sobre si los gobiernos deben entrometerse en asuntos que lindan con la libertad individual, al considerar que las personas tienen derecho a consumir productos mientras no afecten la vida de terceros. 


Pese a todo, en 2013 México fue el primer país en adoptar un impuesto del 10% sobre los refrescos azucarados, una de las fórmulas para combatir los altos niveles de obesidad y diabetes infantil. La medida hizo reducir la venta de refrescos en un 6%. Inglaterra aplicará el impuesto a partir del 2018 y lo hará de forma escalonada por el contenido calórico. Según las universidades de Oxford y Cambridge, con la menor venta e ingesta por año, habrá 144 mil obesos y 19 mil diabéticos menos, y 269 mil personas evitarán visitar el dentista. 


Así como la industria del tabaco en su momento, la de las gaseosas estuvo siempre dispuesta al contraataque y al fuerte cabildeo, patrocinando cientos de estudios que auguran que el consumo de refrescos no interfiere en la salud del ser humano. Un artículo de la revista científica de Medicina Preventiva de EEUU reveló que Coca Cola y PepsiCo gastaron 96 millones de dólares entre 2011 y 2015 en campañas de relaciones públicas. La industria de las bebidas ya muestra preocupación por la caída de las ventas, lo que es un buen síntoma. 


Esta guerra es necesario ganarla. Sobre todo, cuando una sola lata de gaseosa contiene 9 cucharadas de azúcar, siendo que la OMS recomienda a los niños no ingerir más de 6 cucharadas al día en todo tipo de alimento para tener una vida saludable.