Porque es el festejo que reúne como ninguno a la familia, la Navidad suele reservarnos varias lágrimas, ya que muchos de los nuestros pueden faltar a esa cita porque ya no están entre nosotros. Sin embargo, la sublime conmemoración seguirá siendo siempre una convocatoria al encuentro y al abrazo.  
Desde ahora, me propongo apartar de la Navidad los dolores. Cuando la noche se suba al velero de los recuerdos, tomaré dulcemente las ausencias del brazo y las convocaré a recorrer los mejores momentos vividos en común. Así, la madre, el hermano, el amigo que en ese momento acuda de pie a la nostalgia, tendrá la seguridad de que le tomaremos la mano para reconocer el territorio los mejores momentos vividos; nos bañaremos en su sonrisa fácil, traeremos a la mesa triunfal sus palabras sencillas o su mirada digna; reinventaremos en esos instantes de ensueño sus dichos más amados y su compañía; nos reiremos con su risa, sabremos perfectamente que está entre nosotros, al alcance de nuestros corazones, porque las buenas memorias sólo pueden abrazar lo sano, lo noble, lo positivo.  
Que nadie se rinda ante las manchas pasajeras, los dolores legítimos. Intento lograr de que esa noche esté hecha para encontrarnos y que los ausentes sean concurrentes de lujo tan sonrientes y cercanos como lo vivimos en nuestros mejores momentos con ellos. 

Alzaré la copa (nostalgiosa si, pero gozosa) y brindaré únicamente por todo lo que nos ha hecho feliz, lo que nos ha acariciado con palabras dulces, lo que nos ha sorprendido con abrazos inesperados, lo que nos sido confesado en sonrisas y gestos casi silenciosos pero plenos de buena vida.  

Una vez escribí: "Doblegado por la tristeza, un hombre toma la posta de un bar oscuro y se emborracha para no escuchar las doce campanadas. Una niña de luz coloca en el arbolito un sueño que se hamaca en los vertederos del día de la víspera, y aguarda la noche con esperanza. Por un senderito azul que se desespera de vida y amores surca la noche un trineo repleto de sueños nuevos y canciones ingenuas. En otro costado del mundo, llegadas las doce, las metrallas han de descansar la muerte por un momento. Y todo por la Navidad. Hay un punto trascendental y único en todo esto. En los claroscuros del alma, en las contradicciones del mundo, en las dulzuras genuinas, siempre la Navidad.”  
Sobre esa barca poderosa que en los momentos más tristes nos conduce en el mundo por una huella radiante, me trepo esta vez. Feliz Navidad hacia la luz.  
 
Autor: Abogado, escritor, compositor, intérprete.