Argentina, en 1895, tuvo el PBI per cápita más alto del mundo. Esa prosperidad, paz social, libertad de culto y de trabajo, hizo que muchos inmigrantes europeos llegaran al país para establecerse.


De a poco me fue pareciendo, pero lo escucho y cada vez tengo más clara cuál es la matriz fundamental del pensamiento de nuestro presidente. Justamente estaba en estos días ensayando un humilde retruque a una diatriba del historiador Felipe Pigna sobre las presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda, a las que con sorna entrecomilló "célebres" y juzgó ilegítimas (Diario Clarín), porque provendrían del fraude electoral. Tuve que irme a ese tiempo fundacional de la Argentina, siglo XIX, cuando las diferencias entre el puerto y el interior espolearon incontables luchas entre unitarios y federales, con su larga fila de muertos y héroes, dirimiendo la identidad de la naciente República. 


Esos tres presidentes encontraron un país joven, nada fácil de gobernar. Pero cada uno, a su manera, con aciertos y desaciertos, tendieron a la unificación del mismo, primero con grandes y esforzados acuerdos con los caudillos provinciales, y luego tendiendo líneas férreas, el telégrafo, escuelas, ensanchando las fronteras al sur, solidificando al norte, federalizando la actividad del puerto, y llamando, a partir de Sarmiento, a la sangre nueva de los inmigrantes, que contribuyeron enormemente a consolidar el país. Esto nos llevó a ocupar los primeros, sino el primer lugar del mundo, cuando expiraba el siglo.


En ese tiempo iniciático, entre Rosas, Urquiza, Mitre y sus batallas, parece estar viviendo nuestro presidente. Decir hoy, a casi dos siglos de aquellos tiempos, que le avergüenza la opulencia de Buenos Aires, sobre un interior postergado, a mí, que soy del interior, me resulta chocante y preocupa, mirando el futuro.


Debiera ser un Norte para los habitantes del interior tener el nivel de vida de los porteños. Al gobernante del interior le cuesta más, es cierto, y no queda otra que ser austero en los gastos, moderno en la concepción de la economía. En apuntalar las economías regionales, aprovechar las nuevas tecnologías, abrir al mundo su producción, copiar de los que se han desarrollado sus modelos productivos. 


Yo lo escucho al gobernador de San Juan, su ministro de la Producción, además de todo su equipo gobernante, y lo veo incentivando a nuestros productores e industriales a visitar y participar de ferias internacionales, en los países donde se juega el gran partido del desarrollo. Y comercializar, intercambiar. Tratando de ser más eficaz aún, porque todavía nuestra provincia no puede autoabastecerse y necesita del derrame de los recursos nacionales. Y por eso mismo me halaga ver que piensa en proyectos productivos que nos saquen del monocultivo agrícola y desarrolle, por ejemplo, la ganadería vacuna, porcina y caprina. Además, me hace notar con optimismo que nuestro gobernador tenga el ojo puesto en el desarrollo minero, y volcando recursos en modernizar los hospitales públicos (Guillermo Rawson y Marcial Quiroga, Pocito, Sarmiento, Albardón y para el año que viene Jáchal).


No podemos relamernos en la queja inútil del que reniega por lo bien que le va al vecino. Estamos muy mal y este virus nos puso la rodilla en el cuello. Pero vamos a salir si dejamos de mirar para atrás y fijamos nuestras metas en el horizonte, donde las esperanzas puedan cristalizar en la ventura de un futuro mejor.

Por Orlando Navarro
Periodista