La Prof. María del Carmen Reverendo a quien conocí hace más de treinta años, fue una de esas personalidades sanjuaninas destinadas -como Sarmiento- a admirarse o criticarse por igual, sin términos medios. Un personalísimo sello enfatizó su quehacer docente y cultural con esa capacidad y fortaleza de reinventarse y enriquecerse pero siempre en función de lo que podía dar a su prójimo.

Una de las primeras periodistas de la provincia, batalló en su tiempo con todas aquellas cosas que imponían a la mujer censura o la relegaban a segundos planos pero construyó su forma de ser y de sentir expresándolo siempre, sin quedarse callada. No se llamará nunca a indiferencia su nombre, su prestigio docente, su vocación por las verdades históricas, sus puntos de vista punzantes pero fundamentados, bien cimentados con el documento que avala y la veracidad de los testimonios de que hay que valerse como investigador.

Hace algunos años, comenzamos a vivir juntas emociones en la senda literaria que trascendían palabras para instalarse en nuestros corazones, como cuando recordamos a Lizzie Gallo, en un acto en el que despedimos con tremenda tristeza a la prof. Graciela Santamaría. Juanita Marún, también fue su querida amiga y en la intimidad de largas charlas, la condena al olvido de los grandes de la cultura provincia fue siempre su mayor angustia. Era una defensora acérrima de un nomenclador que se renovara rindiendo homenajes en plazas, calles o paseos designando sin repetir (como es una constante), nombres por todos conocidos que ya están instalados entre nosotros y en lugar de ello, anhelaba valorar a tantos otros que hoy son recuerdo y nadie trae a cuento siendo que sus labores y méritos lo merecen.

Intensa, de una verborragia vertiginosa y sin ambages, tuvo el privilegio de ser rectora en muchos órdenes de su vida educativa y literaria en cuanto a la expresión de un pensamiento claro y de profundas convicciones. Formó varias generaciones de alumnos de todos los niveles y modalidades, enseñó a pensar, a expresar, a perfeccionarse, detestando la chatura.

Escribió notables expresiones de su pensamiento, en páginas que hoy son un legado periodístico de excepción. En sus últimos tiempos, hizo uso de las redes sociales entusiasta y tratando de manifestarse con un orgullo especial por su amada familia, sus raíces, por el gran amor que la acompañó toda su vida a sus padres, a su hermanito que no pudo ver crecer, a su pareja y padre de su hija por sus nietos y últimamente más que feliz por su primer bisnieto.

La Sociedad Argentina de Escritores, la tuvo en casi todas las antologías publicadas en estos 59 años que ya cuenta la institución y el Ateneo Cruz del Sur en prácticamente todas las suyas donde ha sido honor verdadero contar con sus colaboraciones y preclaros testimonios sea tanto desde la narrativa como desde la lírica. "Siembra Astral”, "Encuentro de dos Mundos”, "Duendes del Arenal”, "Amor sin tiempo”, son algunas de sus obras más afectuosamente dedicadas a la historia, a los recuerdos, a la poesía y a sus sentires sensibles y dulcificados por el amor a la palabra. Sus méritos le valieron recibir el máximo galardón de SADE como el "Premio Pluma de Oro de las Letras Sanjuaninas”, entre otros premios y numerosas distinciones de muchísimas entidades que supieron reconocer y valorar en vida tan prolífica trayectoria.

Defensora del ideario sarmientino, María del Carmen Reverendo, ha sido docente desde el corazón, desde lo visceral y escritora u oradora de un talante que muchos quisiéramos emular; más ese estilo propio será por cierto, inimitable ya que "Pitusa” como le decían sus íntimos, supo darle un cariz que lo hacen único y con una tenacidad que a lo largo de más de ocho décadas de vida no varió ni aflojó un ápice. Emprendió muchas luchas en la Educación y con esfuerzo tesonero las fue ganando. Cada quien con la experiencia de haberla conocido como profesora, tendrá sus propios recuerdos y sensaciones, pero lo que sin dudas no ha de ser posible es que se permanezca indiferente a la hora de evocarla, porque sea con una sonrisa, con una lágrima, con palabras, habrá una anécdota inolvidable, una emoción contenida o una comprensiva aceptación de su ser tal cual era: audaz, adelantada a su tiempo, punzante y certera.

Como escritora pulsó cuerdas sensibles de versos desgranados con recursos simples pero eficaces llamados a enternecer o cautivar. Le hemos podido decir en vida cuánto la admirábamos y ella, muy castiza solía decirme "Eres muy generosa”, ahora en la despedida nos queda el corazón contrito mas pletórico de bellos recuerdos que atesoraremos por siempre en nuestra alma.