Hablar del ser sanjuanino significa considerarlo antropológicamente desde su "lugar" territorial propio a su origen terruño, y pensarlo desde su ser real, auténtico, adecuado a su particular modo de ser. Desde este punto de vista lo podemos ver en su despliegue como hacedor de cultura y arte, desde su idiosincrasia y hasta en su misma personalidad que involucra su hábitat provincial en su región cuyana.

El origen del pueblo sanjuanino tiene una triple vertiente, una aborigen, otra de colonización y una tercera de inmigración. Las tres están transversalmente afectadas por un fenómeno natural el del "viento Zonda". Por ello es pertinente desde el punto de vista mítico y legendario considerar este elemento común que hoy sigue caracterizando el medio nativo de su mismo suelo, y que lo "afecta" significativamente.

En la leyenda que explica la creación del viento Zonda, puede verse germinalmente el origen del ser sanjuanino, que tiene su comienzo en el pueblo de los indios huarpes: "De entre ellos, había un joven indio llamada Gilanco, que sobresalía entre todos sus compañeros por sus habilidades en la caza con el arco y la flecha; su único defecto era su soberbia, que lo empujaba a cazar animales por diversión. A pesar de las advertencias de la Pachamama siguió sus costumbres y además de cazar guanacos, emprendió también contra liebres, vizcachas, quirquinchos, y cuanto animal se cruzara en su camino. Por haber desobedecido su consejo, es condenado junto a su pueblo a sufrir los embates de un viento rastrero y caliente como el infierno, que los ahogaba en tierra e incendiaba los campos y quemaba las chacras, cuya fuerza volaba los ranchos, mataba a los viejos y enloquecía a los jóvenes. Gilanco, prefiere un castigo ante su soberbia; lo primero es doloroso, pero la segunda permanecerá en toda su vida."

Para entender el concepto del ser sanjuanino es necesario contraponerlo con el concepto de estar. En efecto, "ser es siempre el ser de un estar", pues no hay seres solos, sino que el ser se da siempre en un estar con otros, como presente, ocupando un lugar como fundamento. Pensemos, por ejemplo, que un habitante puede ser de cualquier región pero estar, sería estar en este lugar con otros semejantes y todo se remite al mismo habitante, por esto es que ser y estar son lo mismo.

Entonces podemos concluir que ser hace referencia al modo en que el ser está en ésta parte del mundo, San Juan. De ahí se sigue que se puede estar de muchas maneras.

El sanjuanino está en su ser como instalado en el territorio sanjuanino, aproximadamente, desde hace 1.000 a 1.200 años dC, en su raíz Huarpe.

Hoy, estar instalado en la actualidad implica actualidad con el consumo, la no solidaridad, el amor por el "cuerpo", la competencia, el materialismo, la adoración del momento por vivir y tener… parece que se arrinconan los grandes interrogantes vitales como absurdos y poco eficaces para la preparación del ciudadano, pero esto abre la luz para que dejemos de buscar "transitorios seres" que amenazan la mismidad.

Nuestra cultura está determinada por el siempre esperar, tomando una infusión, alternando con la producción, mostrándonos en más, como modelo que aparece y gime de ahí el mote de "sanjuanino llorón" o el que todo lo hace con tiempo. En esto se incluye su dormir la siesta, el sentarse a comadrear, cebar un mate, cantar una tonada o comerse una empanada, pasar el tiempo regando la calle o barriendo las veredas haciendo de todo una ceremonia en los quehaceres, fiestas y manifestaciones de la fe.

En la manera de ser el sanjuanino sintetiza al nacer su propio imperio de personalidad con ciertas características propias, que con el paso del tiempo, más el factor ambiental "de ese viento abrasador", dejará en su ser, una constante y las circunstancias que lo definirán, persistir en sus costumbres hasta avanzar aún más en ellas desoyendo a la Pachamama, pero cantándole al Sol de San Juan, embriagándose entre uvas sanjuaninas.